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Cierta noche cuando estaba...

Del número de abril de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cierta noche cuando estaba preparándome para salir a cenar con mi esposo, comencé a sentir dolor en uno de mis dientes posteriores. En el pasado, frecuentemente había tenido problemas con mis dientes y con una enfermedad de las encías. Pronto, el dolor fue más intenso, y empecé a temer que tendría necesidad de ir al dentista y hacerme otro tratamiento de conducto. Había gastado miles de dólares en trabajo dental, pensando que si lograba arreglar “este último”, no tendría más problemas. Después de cada experiencia, me prometía que iba a cuidar mejor de mis dientes.

Como Científica Cristiana, sabía que la oración podía sanar este problema, pero había pensado que no tenía la experiencia necesaria para tratarlo.

Sentada, y al pensar cómo iba a solucionar esto, resolví esta vez, volverme de todo corazón a la Ciencia Cristiana. Tomé el teléfono y llamé a una practicista, y le expliqué la situación. Me habló de la verdadera identidad del hombre como se define en Ciencia y Salud: “El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales. Las Escrituras nos informan que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios”. (pág. 475). Ella aceptó ayudarme para encontrar curación, y me alentó a reflexionar acerca de la idea espiritual del hombre, sabiendo que como ideas de Dios, en verdad jamás nacimos en la materia y jamás vivimos en la materia.

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