Cuando Era Pequeña mi madre me pagaba un centavo por cada diente de león que yo arrancaba del jardín, siempre que también extrajese su larga raíz. Yo aprendí pronto que si uno arranca solo la parte superior de una hierba, la planta vuelve a crecer.
Esto se puede comparar con el trabajo mental del tratamiento de la enfermedad en la Ciencia Cristiana, la ley de Dios. Para tener éxito es necesario desarraigar el temor. Cuando el temor es expuesto y aprendemos que no tiene fundamento porque Dios, el bien, es todo, podemos echar fuera el temor, que es siempre el factor de la enfermedad.
Hoy, gente en todo el mundo está teniendo curaciones por medios espirituales. Estas curaciones son prueba positiva del poder siempre presente de Dios y Su confiable cuidado. Pero cuando el temor se desarrolla en nuestro pensamiento y el desaliento sugiere que no poseemos un entendimiento adecuado para practicar la curación cristiana, ése es el momento de tomar una firme posición respecto al dominio que Dios nos ha otorgado. Nuestro poder de sanar proviene de Dios, que es nuestro creador del todo amoroso. San Juan nos dice en la Biblia que ahora somos los hijos de Dios. Véase 1 Juan 3:2.
En Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy escribe: “Debiéramos vencer el temor en vez de cultivarlo”.Ciencia y Salud, pág. 197. Y ella explica: “La enfermedad es un brote del error, que surge de la ignorancia o del temor... La tierra de cultivo de la enfermedad es la mente mortal, y tendréis abundante o escasa cosecha de enfermedades, de acuerdo a las semillas de temor. El pecado y el temor a la enfermedad deben desarraigarse y expulsarse”.Ibid., pág. 188.
Si el temor a la enfermedad está arraigado en la tierra de cultivo de la mente mortal, es allí donde debemos destruirlo. Pero ¿qué es la mente mortal?
La mente mortal es la creencia en una mente separada de Dios que puede causar mal. Debemos comprender que la mente mortal no tiene realidad, poder ni inteligencia. Hay solo una Mente, y esta Mente es Dios.
Piense en cómo trataba Jesús la enfermedad. Era sumamente intrépido.
Una vez que usted entiende la irrealidad de la mente mortal — la ve solo como una creencia falsa — usted es capaz de comprobar que el temor que ésta promueve tampoco tiene realidad. Ambos son impotentes. ¿En qué preferiríamos apoyarnos, en la Mente divina o en la mente mortal?
Cuando tratamos la enfermedad, podemos empezar por afirmar la omnipresencia de Dios y Su poder para sanar, sabiendo que Dios es todo acción y el único poder, y tiene completo control sobre la vida del hombre. Éstas son las verdades espirituales fundamentales que nos aseguran el amor de Dios y la ayuda que nos brinda para descubrir y destruir el temor. Confiando sin reservas en que Dios, el bien, siempre ha sido el único poder que gobierna al hombre, encontramos que el temor y el desaliento desaparecen y la paz y calma de la eterna armonía que Dios nos confiere, salen a la luz.
Piense en cómo trataba Jesús la enfermedad. Era sumamente intrépido. El veía claramente a través de las afirmaciones engañosas de la mente mortal, conociendo al hombre solo como linaje de Dios. Y confirmó el derecho que Dios nos dio de sanar con la misma confianza cuando dijo: “El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también”. Juan 14:12.
Si usted está convencido de que tiene alguna razón para estar atemorizado, sepa que tiene la habilidad de refutar el temor y cualquier así llamada ley material, como lo hizo el Maestro. Solo el bien es legítimo en el reino perfecto y espiritual de Dios. El hombre no está bajo la jurisdicción de la ley material porque Dios es Espíritu, el único legislador, y Sus leyes son espirituales. Así como el diente de león perece cuando su raíz es destruida, así también morirá la creencia en la enfermedad cuando el temor de una enfermedad sea reemplazado por el entendimiento de que el hombre tiene el derecho divino de ser libre.
Es imperativo que protejamos constantemente nuestros pensamientos y neguemos toda entrada a las creencias del temor y la enfermedad. Esto es cumplir con nuestro deber cristiano de ser vigilantes. “Estad de portero a la puerta del pensamiento”, escribe la Sra. Eddy. “Admitiendo sólo las conclusiones que queráis que se realicen en resultados corporales, os gobernaréis armoniosamente”.Ciencia y Salud, pág. 392.
Ésta puede ser nuestra meta: entender que Dios está en control; que Él es, de hecho, nuestra Mente misma. A medida que lo hacemos, estamos quitando el pequeño medio de cultivo de la mente mortal y el nutrimento de la falsa creencia que alimentaría las semillas de temor.
