Una Vez Cuando Cristo Jesús y sus discípulos estaban en la barca, se levantó una gran tormenta. En el Evangelio según San Marcos leemos: “Y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba”. Véase Marcos 4:37–41. Mientras la tormenta empeoraba alrededor de ellos, Jesús dormía.
Los discípulos, asombrados de que Jesús aún dormía, lo despertaron con mucho temor y le preguntaron: “¿No tienes cuidado que perecemos?” Entonces Jesús se levantó, calmó la tormenta, y preguntó a sus discípulos: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”
Por muchos años, yo también, luché contra el temor al peligro y a los accidentes. Este temor se hacía más intenso cuando viajaba en avión. Si bien oraba bastante antes de viajar, aún persistía el temor. Luego un día una pregunta similar a aquellas que Jesús hizo a sus discípulos surgió en mi pensamiento: “¿Cómo puedes tener miedo a los accidentes cuando tienes tantas pruebas del cuidado de Dios en tu vida?” El Evangelio según Marcos no nos relato como se sintieron los discípulos cuando Jesús les hizo esas preguntas tan “incisivas”. Pero yo sí sé que me sentí un poco culpable cuando aquella pregunta me vino al pensamiento.
Comencé a razonar que un accidente, ya sea si se trata de un avión fuera de control, o de dos autos que chocan, sugieren que Dios, la Mente divina, no está siempre presente y en control del hombre y el universo. También sugiere que el hombre tiene una mente aparte, propia, que puede cometer equivocaciones.
Por el contrario, a través de las curaciones que he tenido por medio de la Ciencia Cristiana, yo he experimentado y he sido testigo de innumerables pruebas de que Dios está siempre presente. Estamos siempre bajo Su control. Y, en realidad, no tenemos una mente propia con la cual podemos cometer equivocaciones, porque el hombre creado por Dios expresa a la única Mente perfecta, Dios.
Deseando librarme de una vez por todas de esa ansiedad que tenía acerca de los accidentes, acudí a la Biblia y Ciencia y Salud escrito por la Sra. Eddy. Quería llenar mis pensamientos con la abundancia de las ideas que estos dos libros nos dan acerca del constante cuidado y control de Dios.
El Salmo 139 dice: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?... Si tomare las alas del alba, y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra”. Salmo 139:7, 9, 10. Dios está siempre presente. Por más que nos encontremos a 3.000 metros de altura, nosotros podemos sentir Su amor, porque Él es el Espíritu infinito.
La Ciencia divina, como el Consolador, ha vuelto a confirmar en esta época que Dios y el hombre coexisten. Por lo tanto, no hay lugar donde el hombre pueda estar donde Dios no esté. De igual manera, el hombre no puede experimentar ninguna cosa que Dios no experimente, por el hecho mismo de que el hombre es la semejanza de Dios. Así que el hombre solamente puede experimentar el bien y no el mal; no puede tener accidentes.
En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: “Los accidentes son desconocidos para Dios, o Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el concepto correcto de la infalible dirección de Dios y así sacar a luz la armonía”.Ciencia y Salud, pág. 424.
Sobre la base de la totalidad de Dios, Su control completo del hombre, podemos concluir que los accidentes son creencias falsas sobre Dios y el hombre. Son la manifestación de la ignorancia. Tales imágenes distorsionadas de la realidad deberían ser expulsadas de nuestra conciencia para el bien nuestro y de los demás. De esa manera podemos “sacar a luz la armonía” y obtener seguridad en nuestra vida.
Recientemente, mi esposo y yo regresábamos de un viaje fuera del país. Durante el vuelo, el piloto pidió a los pasajeros que se pusieran los cinturones de seguridad, porque nos estábamos acercando a una turbulencia. Obedecimos el aviso, tal como los demás. Anticipando la turbulencia, por algunos minutos estuve muy tensa. Pero luego pensé: “¿Qué estoy haciendo? ¿Voy a esperar a que esta turbulencia se manifieste, o voy a afirmar el cuidado y control de Dios?”
Inmediatamente comencé a orar, para saber la verdad de que Dios estaba ahí mismo con nosotros, y que no había ninguna turbulencia en la Mente. Es decir, que en el universo de Dios — donde todos estamos realmente — solo hay paz y armonía. Compartí estas ideas con mi esposo, quien compartió conmigo ideas similares que le habían venido a la mente durante su oración.
La turbulencia fue anunciada dos veces durante un espacio de cuarenta minutos. ¿Pero saben qué? Nunca sentimos una. En vez de eso tuvimos un viaje tranquilo en todo el trayecto hasta que llegamos a casa.
Cuando nos acordamos de esa experiencia, mi esposo y yo nos regocijamos mucho al reconocer la protección que tuvimos. Nos capacitó para entender, con mayor claridad, que toda señal de peligro es una sugestión mental, como los primeros síntomas de una enfermedad. Cuando rehusamos aceptar la sugestión y nos apoyamos en el cuidado y en el control de Dios — como Jesús lo hizo en la barca — la armonía y la seguridad son nuestras.
La última estrofa de un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana describe cómo me siento ahora cuando vuelo en avión:
A Dios, la Mente, yo iré, con gozo celestial,
Y así sabré que soy, Señor, Tu idea espiritual.
Y siempre a Ti te buscaré, Venciendo el temor,
Pues Tú conmigo siempre estás, Y Tú me brindas paz.Himnario, N.° 136.
No es posible tener temor a los accidentes cuando uno sabe que no hay accidentes en la verdad absoluta, porque Dios la Mente divina, es suprema y está totalmente en control.
