Una Vez Cuando Cristo Jesús y sus discípulos estaban en la barca, se levantó una gran tormenta. En el Evangelio según San Marcos leemos: “Y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba”. Véase Marcos 4:37–41. Mientras la tormenta empeoraba alrededor de ellos, Jesús dormía.
Los discípulos, asombrados de que Jesús aún dormía, lo despertaron con mucho temor y le preguntaron: “¿No tienes cuidado que perecemos?” Entonces Jesús se levantó, calmó la tormenta, y preguntó a sus discípulos: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”
Por muchos años, yo también, luché contra el temor al peligro y a los accidentes. Este temor se hacía más intenso cuando viajaba en avión. Si bien oraba bastante antes de viajar, aún persistía el temor. Luego un día una pregunta similar a aquellas que Jesús hizo a sus discípulos surgió en mi pensamiento: “¿Cómo puedes tener miedo a los accidentes cuando tienes tantas pruebas del cuidado de Dios en tu vida?” El Evangelio según Marcos no nos relato como se sintieron los discípulos cuando Jesús les hizo esas preguntas tan “incisivas”. Pero yo sí sé que me sentí un poco culpable cuando aquella pregunta me vino al pensamiento.
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