La Pascua Es de gran significación para el cristianismo, puesto que los cristianos conmemoran la resurrección de Cristo Jesús. La victoria del Maestro sobre todos los obstáculos, su triunfal surgimiento de la tumba al tercer día, después que sus enemigos intentaron matarlo, proporciona la prueba más convincente de la inmortalidad del hombre.
Cuando reflexionamos acerca de las lecciones espirituales de la Pascua, y las comprendemos a la luz de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, nos revelan nuestra participación en la resurrección.
El Cristo es el poder que le permitió a Jesús vencer la muerte y Salir de la tumba. Hoy en día, este poder salvador y regenerador sigue actuando en la consciencia humana. Eleva nuestros pensamientos por sobre la creencia degradante de la existencia mortal, hace rodar la “piedra” de la ignorancia, la arrogancia y la apatía, y nos lleva fuera de la “tumba” de la creencia de vida en la materia hacia la percepción de la gloria y la libertad de la existencia espiritual. El Cristo revela el poder de la Mente sobre la materia, del bien sobre el mal, del Amor sobre el temor y del poder de la Vida sobre la muerte.
Hace dos años, durante la Pascua, me dediqué a estudiar el Evangelio según Marcos y Lucas para repasar la vida y obra de Cristo Jesús. Pude percibir que pocas personas lo recibieron con todo su corazón, mientras que muchos lo rechazaron y odiaron. Algunos discutían con él y no creían en lo que decía y hacía, mientras que otros lo negaron, lo traicionaron, se burlaron de él y lo torturaron. Había venido a su propio pueblo en cumplimiento de la profecía, pero la mayoría de ellos estaban tan cegados por la justificación propia y el apego a las tradiciones, que no reconocieron ni valoraron su desinteresada misión.
Después de leer lo que le ocurrió a Jesús, condené precipitadamente no solo a los que le habían vuelto la espalda a él y a sus enseñanzas, sino también a los que habían tomado parte en su crucifixión. Pero cuando recordé las palabras de Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras — “Si aquel hombre divino y glorificado estuviera corporalmente en la tierra hoy en día, ¿no le desecharían algunos de los que ahora profesan amarle?”Ciencia y Salud, pág. 54. — me sentí impulsado a preguntarme: ¿Cómo le estoy respondiendo yo al Cristo, la idea divina de Dios, según es revelado a la humanidad por la Ciencia Cristiana?
Cuando me analicé a mí mismo, descubrí que yo también necesitaba regenerarme. Vi mis defectos; se puso de manifiesto claramente la manera en que yo había rechazado a esta idea salvadora, dudando de ella e incluso subestimándola. Pero también percibí que había aspectos de mi vida en que había actuado con humildad reconociendo las numerosas bendiciones que había recibido cada vez que permitía que el Cristo, la verdadera idea de Dios, permaneciera en mí. Este fue un período sagrado, de gran inspiración, en que pude observar cómo la cizaña en mi pensamiento era puesta al descubierto, mientras que la cosecha del trigo — las numerosas bendiciones que había recibido — me llenaban de gozo y felicidad. Después de esta experiencia me volví un defensor más firme del Cristo, la Verdad, como nunca antes lo había sido.
La Pascua nos recuerda una de nuestras necesidades más grandes: la resurrección. Alcanzamos nuestra resurrección mediante la espiritualización del pensamiento, y nuestro pensamiento se espiritualiza en la medida en que permitimos que el Cristo nos transforme.
Cristo es el Salvador, o Mesías, que nos presenta al hombre a imagen y semejanza de Dios. Cuando pensamos y vivimos cada día de acuerdo con esta verdad acerca de Dios y el hombre, se comprueba que el pecado, la enfermedad y la decadencia son mentiras, ilusiones que no tienen poder ni inteligencia. El elevarnos por encima de estas pretensiones del error y demostrar su falsedad por medio de la espiritualización del pensamiento, es la resurrección que todos necesitamos.
Toda palabra amable que manifestemos a un vecino, cada “segunda milla” que recorramos como expresión de amor, y cada acto honesto que realicemos, es una forma de resurrección que demuestra la verdad de que somos hijos de Dios y que tenemos dominio sobre el mal. Ciencia y Salud nos dice: “La proporción en que aceptemos las reinvidicaciones del bien o las del mal, determina la armonía de nuestra existencia — nuestra salud, nuestra longevidad y nuestro cristianismo”.Ibid., pág. 167.
Cristo Jesús enarboló el estandarte de la victoria sobre todas las maquinaciones de la mente mortal, demostrando la indestructibilidad del hombre como reflejo de la Vida, Dios. Él demostró la identidad inmortal del hombre y su unidad e inseparabilidad de su Creador. Celebramos la Pascua todos los días cuando nos elevamos por sobre el falso testimonio de los sentidos para discernir la omnipresencia de Dios, el bien.
Por lo tanto, en este viaje espiritual que hemos emprendido, es bueno preguntarnos a nosotros mismos de tanto en tanto: “¿Estoy recibiendo al Cristo, la idea divina de Dios, con todo mi corazón? ¿Estoy reconociendo y valorando la misión abnegada que llevó a cabo Jesús por la humanidad?” Este autoexamen espiritual nos ayudará a ser fieles al modelo que el Maestro nos dejó: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48. Ésta es la manera de conmemorar y participar diariamente de la resurrección.
