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Cómo pensar en Dios

Del número de abril de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Tiempo atrás, el Colaborador del Heraldo, habló con la practicista de la Ciencia Cristiana de Caracas, Venezuela. La Sra. Zuvia le habló no solo sobre el impacto que la Ciencia Cristiana ha tenido en su propia vida, sino cómo se desarrolló en Caracas la Iglesia de Cristo, Científico.

Pedro Grieco: ¿Qué circunstancias la condujeron a la Ciencia Cristiana?

Ifigenia Zuvia: Mi esposo tenía una empresa de construcción, con otros dos socios, y en un momento tuvo que salir de Caracas porque había ganado una licitación para construir un puente en Puerto Ordaz, que queda a unos 900 kilómetros de distancia de nuestro hogar. Me quedé con los niños, pero visitábamos a mi esposo cuando podíamos. La compañía alemana con quien se había asociado le pidió que se encargara de la obra como ingeniero, y así lo hizo por casi dos años. Pero cuando regresó, encontró que su compañía en Caracas estaba en muy malas condiciones económicas.

A pesar de hacer todo lo que pudo por salvarla, la compañía no pudo seguir y quebró. Yo no sabía cómo ayudar a mi esposo para que se mantuviera firme, para que resistiera la presión. Pero hice todo lo que pude. Cualquier iglesia que encontraba abierta, entraba y me sentaba; oraba, ponía velas, todo lo que hace uno cuando no sabe cómo pensar en Dios.

Entonces un día fui a visitar a una amiga, y ella me dijo: “¿Por qué no hablas con mi hija?” Aunque no conocía muy bien a la hija, la llamé por teléfono y le dije que deseaba ir a verla. Cuando yo estaba en su casa, me habló por primera vez de la Ciencia Cristiana. Me dijo que había tenido un tumor en la cabeza y que en el momento que pensaba qué hacer, si operarse, o hacer un tratamiento de cobalto o lo que sea, alguien le habló sobre la Ciencia Cristiana y ella la aceptó. Con la ayuda de una practicista ta de la Ciencia Cristiana, que oró por ella, fue sanada. Luego me dijo lo siguiente: “Cuando oré por el tumor, vi que tenía que sanar mi relación con mi marido y verlo como un hombre perfecto, creado por Dios”. Para mí esto fue una gran revelación.

Esa misma noche regresé a la casa con un ejemplar de Ciencia y Salud escrito por Mary Baker Eddy. Cuando ya toda la familia estaba acostada, abrí el libro y empecé a leer. Cuando leí que Dios es Amor, me dije a mí misma: “Si Dios es Amor, todos estos problemas, todas estas cosas malas, no pueden venir de Él. ¿De dónde vendrán?” Sentí que este libro me iba a contestar todo, y así me hundí en el libro. Y desde ese momento, no me aparté de él.

Pedro: Y después de esto, ¿tuvo algún tipo de experiencia que le demostró la utilidad práctica de la Ciencia Cristiana para usted y para su familia?

Ifigenia: Sí, comprendí la gran diferencia cuando uno ya empieza a entender en cierto grado a Dios y se apoya en Él en todos los momentos difíciles, en vez de buscar apoyo en las personas o el dinero.

Por ejemplo, después de la quiebra de la compañía, mi esposo se enfermó porque para él se derrumbó su vida. Nuestros fondos estaban disminuyendo, y muchas veces teníamos que limitarnos en lo que comprábamos. Una vez salí del mercado muy preocupada por esta situación. Entonces pensé: “Pero porqué tengo que inquietarme, si yo sé que Dios es Vida, entonces no es una vida limitada, pobre, angustiada, como pensamos que es la vida”. ¿Para qué ha hecho Dios todo lo bueno que ha hecho? Lo ha hecho para Sus hijos”. Una semana después, mi hija encontró un trabajo nuevo y mi hijo también. Entonces nuestra situación financiera mejoró notablemente.

En todas las situaciones difíciles, me he dado cuenta de que Dios nos cuida a todos como un Padre; nunca está lejos de nosotros.

Pedro: ¿Y cómo fue que comenzó a ayudar a otros mediante la Ciencia Cristiana? O sea, ¿hubo alguna razón que la empujó a hacerlo?

Ifigenia: Desde que empecé a estudiar la Ciencia Cristiana, me sentí muy entusiasmada con lo que estaba sucediendo. Me sentía feliz; sentía una gratitud muy profunda, ya que estaba viendo, digamos, que Dios siempre me ayudaba. Entonces, me hice practicista pública, en realidad, por un sentimiento de gratitud.

Pedro: ¿Y cómo recibieron esta religión sus amigos y los miembros de su familia?

Ifigenia: Mi esposo dudaba. Pero una tarde yo estaba arreglando el cuarto de mi hija, porque se había ido de vacaciones y yo quería que a su regreso lo encontrara mejor. Estaba lista para clavar un clavo para colgar un cuadro y mi esposo me dijo: “Déjame hacerlo a mí”. En vez de clavar el clavo, clavó su dedo. Inmediatamente empecé a repetir “la declaración científica del ser”, que se encuentra en la página 468 de Ciencia y Salud. Empieza diciendo: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo en todo”. Y el dolor desapareció inmediatamente. Y los efectos del golpe desaparecieron totalmente. Eso lo impresionó tanto que empezó a estudiar la Ciencia Cristiana.

Pedro: ¡Muy bien! ¿Podría contar alguna de sus experiencias en la Iglesia de la Ciencia Cristiana en Caracas, desde que llegó a la iglesia hasta ahora?

Ifigenia: Bueno, cuando empecé a ir a la iglesia, me di cuenta de que no había miembros venezolanos. Todos eran extranjeros, como yo. ¡Eramos un grupo muy diversificado! Yo soy de Rumania, y había personas de los Estados Unidos, de Alemania, de Cuba y de Grecia. Pero no había ni un solo venezolano. Esto me condujo a orar y a pensar que no era posible que ningún venezolano deseara ser testigo de la verdad.

Entonces, un día llamé a un amigo griego para preguntarle si conocía a alguien que trabajara como traductor del griego al español o del español al griego. Cuando le pregunté cómo se encontraba, me dijo: “Me siento enfermo. No sé qué es lo que me sucede”. Y le dije: “Ya tú sabes que yo soy Científica Cristiana; esto no es un secreto. Hoy es miércoles, y esta tarde hay un servicio religioso. Ven como si te hubieras ido a una reunión cualquiera, y si te gusta, regresa. Y si no, no regreses”.

En ese entonces yo estaba sirviendo como Lectora de la Iglesia y lo vi entrar. Estaba pálido como un hombre que estaba muerto pero que andaba. Cuando terminó el servicio, salí a saludarlo. Era completamente otra persona. Se sintió tan tocado, que me dijo que sufría de depresión y que hacía mucho tiempo que no se sentía tan bien. Compró un ejemplar de Ciencia y Salud y empezó a estudiarlo.

Un día fue a cobrar el alquiler de uno de sus inquilinos, y la mujer empezó a hablarle de metafísica. El dijo: “¿Le está haciendo bien? Venga conmigo que yo la llevaré a un lugar donde hay verdadera metafísica”. Y ésta era la primera venezolana que pisaba nuestra iglesia. Ella realmente abrió la puerta a otros, porque muchos de sus amigos empezaron a llegar. Ahora en nuestra iglesia casi todos son venezolanos.

Pedro: ¿Hace cuánto tiempo que sucedió esto?

Ifigenia: Esto sucedió como en 1972.

Pedro: ¿Qué es lo que atrae a la gente a la Ciencia Cristiana?

Ifigenia: Pienso que la gente ve que esta Ciencia enseña cómo entender a Dios y que las enseñanzas de Cristo Jesús tienen importancia en nuestra propia vida hoy en día.

Pedro: ¿Podría contar alguna curación que usted o algún miembro de su familia haya tenido mediante el estudio de la Ciencia Cristiana?

Ifigenia: Un domingo, después del servicio de la iglesia, mi esposo y yo fuimos a ver jugar un partido a nuestra hija, que formaba parte del equipo nacional de básquetbol. Estaba casi lleno el estadio cuando llegamos. Encontré un lugar para sentarme, pero mi esposo tuvo que sentarse a mi lado en las escaleras, porque no había otro sitio. Él me dijo: “Me siento mal”, y no pudo levantarse otra vez. Cuando terminó el partido, la gente no pudo salir porque él estaba sentado allí. Entonces tuve que decirles que se sentía mal y que no podía parase.

Cuando el personal de seguridad vino, llamaron a una ambulancia que nos llevó al hospital más cercano. Diagnosticaron que tenía una parálisis en la parte izquierda del cuerpo. Me pidieron permiso para darle una inyección, pero les dije que por favor no lo hicieran porque somos Científicos Cristianos y nos apoyamos en la oración para la curación. Cuando dije esto, no sabían lo que era la Ciencia Cristiana. Se sintieron muy perturbados y dijeron: “Un momento, vamos a llamar al superintendente”. Después de un tiempo un hombre muy amable vino y dijo: “Comprendo que usted no desea que su esposo reciba atención médica. No podemos hacer nada si usted no lo quiere, pero tendrá que firmar un formulario que dice que se hace completamente responsable” ¡Y yo firmé!

Pusieron a mi esposo en una ambulancia y regresamos a casa. Lo pusieron en la cama y me senté a su lado. Mientras tanto yo ya había llamado a una practicista de la Ciencia Cristiana y le había pedido que orara por nosotros. Calmadamente empecé a leer la Lección Bíblica semanal que se encuentra en le Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Recuerdo que el tema era “Dios, preservador del hombre”. De repente, mi esposo se levantó y se fue al refrigerador para comer algo. ¡Se había terminado la hemiplejia!

Pedro: ¡Qué linda curación! Yo sé que en Caracas la gente ha conocido la Ciencia Cristiana a través de las transmisiones de onda corta o por los programas de las estaciones locales. ¿Ha tenido esto algún impacto en la gente?

Ifigenia: Oh, sí. Cuando la gente me llama, puedo observar que está conmovida por las curaciones que escucha. Hablan de Dios y de los beneficios que la gente obtiene del estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud. Muchas de estas personas viven en el interior del país y no las podemos ver muy a menudo. Pero se mantienen en comunicación con nosotros. Siempre les impresiona el hecho de que es una religión práctica y que trae beneficios a nuestra vida.

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