Muchos Médicos hoy en día reconocen la relación que existe entre la mente y el cuerpo humano y reconocen que el pensamiento de la persona afecta su salud. A menudo tratan de desarrollar una actitud positiva en el paciente y lo motivan a que participe en su propia curación. Por supuesto que estos métodos incluyen la dependencia en los remedios materiales, la terapia y los medicamentos.
Es necesario, sin embargo, ir mucho más allá. La mala salud es, básicamente, un pensamiento. Y un cambio de pensamiento, la regeneración por medios espirituales exclusivamente, es la esencia de la curación cristiana. En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy escribe: “La causa promotora y base de toda enfermedad es el temor, la ignorancia o el pecado. La enfermedad siempre es producida por un concepto falso que se abriga mentalmente y no se ha destruido. La enfermedad es una imagen de pensamiento exteriorizada”.Ciencia y Salud, pág. 411.
La Ciencia Cristiana también enseña que hay sólo una causa verdadera, Dios, que lo creó todo como expresión de Su perfecta naturaleza. Dios es la Mente divina, tiene un propósito sagrado y pleno poder; es completamente bueno. El hombre es la semejanza de Dios, el Espíritu, y por ende no incluye elemento material o discordante alguno. La verdadera naturaleza de la creación es espiritual y buena. Por consiguiente, la enfermedad no es la realidad, es una creencia falsa acerca de la creación. Un concepto falso o error no es verdadero, o sea, que no tiene sustancia ni vida. Puede parecer muy real y poderoso, pero es una mentira. Cuando es destruida por la verdad espiritual, la cual transforma el pensamiento, la enfermedad desaparece.
Las creencias falsas acerca de Dios, acerca de Su gobierno y del hombre, ocultan la Verdad. Se basan en la evidencia de los sentidos materiales, evidencia que testifica incorrectamente que la vida, la sustancia y la inteligencia son materiales. El testimonio de los sentidos materiales es falso porque la Vida es Dios, el Espíritu. El sentido espiritual nos revela la salud y la armonía que nos otorga Dios. Conforme se disuelve el error en la luz de la Verdad, el pensamiento es transformado y se manifiesta la salud.
Conforme comprendemos el gobierno divino y cedemos a él, el error, la duda, la enfermedad y el miedo son expulsados del pensamiento.
El cambio de pensamiento que buscamos no es pasar de pensar en cuerpos físicos enfermos a pensar en cuerpos físicos sanos; no es el mero pensamiento humano positivo, ni el figurarse una condición material saludable. No incluye el hipnotismo para manipular el pensamiento mortal. Ir y venir dentro de la mente mortal no trae el cambio radical que sana, porque la mente mortal no es sanadora. Es el error básico en el que se origina la creencia en la enfermedad.
El cambio verdadero ocurre cuando abrimos el pensamiento a la influencia divina, o Cristo. Conforme comprendemos el gobierno divino y cedemos a él, el error, la duda, la enfermedad y el miedo son expulsados del pensamiento. La salud, el estado natural del hombre, se hace evidente.
Cuando respondemos a las ideas espirituales que Dios nos da, somos liberados de la presión causada por la creencia en la enfermedad, el pecado y la muerte. Pablo escribió a los romanos, de acuerdo con la traducción de J. B. Phillips: “No dejéis que el mundo os constriña en su propio molde, antes bien dejad que Dios os rehaga para que vuestra actitud mental cambie totalmente”. Rom. 12:2, según traducción de J.B. Phillips.
Al responder a las ideas que provienen de Dios, Le permitimos que nos reconstruya. Nos dirigimos a Dios, la Mente divina, para encontrar la verdad acerca del hombre y entonces vemos al hombre, formado de acuerdo con el modelo divino y no de acuerdo con los modelos falsos y restrictivos de la materia y la genética. Descubrimos al hombre a la imagen divina, definido por cualidades espirituales: el amor, la inteligencia, la bondad, la integridad, y no por la materia, el sexo, la edad, la condición social, la raza, la nacionalidad o la personalidad. Nos alejamos de la esclavitud de las falsas leyes físicas para encontrar libertad en la ley espiritual de la Vida y el Amor infinitos. La verdad acerca del hombre, cuando se mantiene en el pensamiento, nos forma de nuevo de acuerdo con el designio divino.
Cristo Jesús desafió el pensamiento para que despertara de sus antiguos conceptos erróneos y se elevara para encontrar la realidad y la curación. Cuando Jesús encontró al hombre discapacitado en el estanque de Betesda, quien había buscado infructuosamente su curación durante cerca de cuarenta años, le preguntó: “¿Quieres ser sano?” Juan 5:6. El hombre le empezó a explicar que nadie lo ayudaba a entrar al agua, que según se creía tenía poderes terapéuticos en determinados momentos. Pero a Jesús no le dio lástima el hombre. Él conocía el dominio que tiene Dios sobre todas las cosas. Él no aceptó la representación material del hombre enfermo e impotente. Jesús vio al hombre completamente espiritual, creado por Dios a Su propia semejanza. El hombre de Dios refleja el poder divino. En todo momento él piensa y actúa de acuerdo con la Mente divina, su creador.
Jesús por consiguiente no ayudó al hombre a entrar al estanque. En vez de eso le dijo: “Levántate, toma tu lecho, y anda”. Fue como si le estuviese diciendo al hombre: “Levántate. Deja que la Verdad eleve tu pensamiento por sobre el cuerpo físico y el sentido material de debilidad. Abre tu pensamiento a la acción de la Verdad. No te apoyes en creencias falsas; abandónalas y camina”. El hombre respondió. Su pensamiento cambió. Se levantó. tomó su lecho, y caminó. Había sanado.
Un cambio fundamental en el pensamiento en respuesta al Cristo trae consigo la curación tanto hoy en día como en la época de Jesús, porque la ley de Dios está en funcionamiento constantemente y bajo toda circunstancia.
Yo Sabía que Dios, el Amor, estaba presente y que era todopoderoso. Mi temor se desvaneció.
Mi primera curación mediante la Ciencia Cristiana me demostró que la ley de Dios está a nuestro alcance. Yo estaba en la universidad en ese entonces y asistía a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, pero no había recurrido a la Ciencia en busca de curación. Cuando me sentía enferma seguía yendo, a solicitud de mi padre, al buen médico de la familia.
En una ocasión, cuando trabajaba en un proyecto de diseño, me corté un dedo con una sierra circular. En ese momento pensé que el dedo podía sanar por medio de la Ciencia Cristiana, pero estaba atemorizada por la evidencia física. Hasta ese momento la curación espiritual todavía parecía estar fuera de mi alcance. Fui al centro médico de la universidad, donde un médico residente me puso varios puntos y me vendó el dedo.
Al cabo de dos semanas volví a ver al médico para que me quitar los puntos. Se preocupó mucho porque el dedo estaba muy inflamado. Me dio algunos antibióticos y me dijo que debía regresar en una semana, añadiendo que si los medicamentos no corregían el problema, tendría que operarme el dedo.
La Sra. Eddy escribió en una ocasión que el tratamiento médico infructuoso y la charlatanería, que dejan a la larga “de inspirar la credulidad de los enfermos”, les dan a ellos una valiosa enseñanza. Ella dijo de estas lecciones: “De un modo natural y genuino debieran hacernos cambiar de base, de la sensación a la Ciencia Cristiana, del error a la Verdad, de la materia al Espíritu”.Ciencia y Salud, pág. 370.
Después de la segunda cita con el médico perdí la confianza en el tratamiento médico. Se produjo un cambio natural en mi pensamiento. Cambié de base “de la sensación a la Ciencia Cristiana... de la materia al Espíritu”. Una vez más la intuición espiritual me dijo que el problema podía sanar por medios espirituales exclusivamente. En esta ocasión lo acepté de inmediato. Yo sabía que Dios, el Amor, estaba presente y que era todopoderoso. Mi temor se desvaneció. Me deshice de las medicinas. Al día siguiente el dolor había desaparecido completamente. Regresé al médico, como se lo había prometido, y él verificó lo que yo ya sabía, que el dedo estaba perfectamente bien.
Tenemos el derecho otorgado por Dios de desafiar las sentencias de sufrimiento y pérdida. Las circunstancias difíciles agitan nuestro pensamiento y nos vuelven de la materia al Espíritu. Conforme respondemos a la influencia divina del Cristo, la Verdad, el pensamiento se eleva por encima del sentido material. Hay una regeneración espiritual. La creencia mortal en la enfermedad deja de impresionarnos; la verdad espiritual adquiere prioridad. El temor y la duda disminuyen. Nuestra actitud cambia. El falso sentido llamado enfermedad desaparece y encontramos nuestra salud y libertad naturales bajo el gobierno de Dios. Ésta es la esencia de la curación.
Nosotros hemos conocido y creído
el amor que Dios tiene para con nosotros.
Dios es amor;
y el que permanece en amor,
permanece en Dios, y Dios en él.
En el amor no hay temor,
sino que el perfecto amor
echa fuera el temor.
1 Juan 4:16, 18
