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En 1986 TUVE una curación...

Del número de abril de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En 1986 Tuve una curación por la cual estoy profunda y especialmente agradecido. Durante los dos últimos días había estado sufriendo de un intenso dolor en los riñones, que me impedía comer, beber, dormir y aun orar. Ya que esta situación no cedía con mi oración, fui a un médico para que me diera algo para aliviar el dolor.

Sus exámenes mostraron una posible parálisis de los riñones o una probable obstrucción causada por cálculos renales. El consejo médico fue que debía ingresar inmediatamente a un hospital.

Yo me negué y regresé a mi casa. La medicación que me prescribió no fue de ninguna ayuda. Aparte de mis oraciones, solicité a un practicista de la Ciencia Cristiana que orara por mí lo cual hizo, con diligencia y perseverancia. Pude dormir unas pocas horas y me levanté sintiéndome más esperanzado. También sentí que la demostración debía ser mía, así que dediqué todo el día a leer y estudiar la Biblia y Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras.

Mi entendimiento espiritual creció con ese estudio, y la lectura del libro de texto comenzó a producir una especie de purificación en mi pensamiento. Comencé a comprender mi libertad y a vislumbrar mi estado perfecto como hijo de Dios. Reflexionaba y meditaba por unos momentos luego de cada frase que leía. Fue entonces que un pensamiento angelical me llevó a una parte del libro que había leído muchas veces antes: “¡Gloria a Dios y paz a los corazones que luchan! Cristo ha rodado la piedra de la puerta de la esperanza y fe humanas, y mediante la revelación y la demostración de la vida en Dios, las ha elevado a una posible unión con la idea espiritual del hombre y su Principio divino, el Amor” (Ciencia y Salud, pág. 45).

Sentí inmediatamente que había sido tocado por la verdad, y que estaba libre. Me sentí profundamente conmovido cuando leí: “Cristo ha rodado la piedra ...” y sentí la acción del Cristo en mi consciencia, sacando todo lo que aparentemente trataba de obstruir el flujo de mi armonía divina. Me sentí contento y tremendamente agradecido y comprendí que estaba libre de eso y de cualquier otra sugestión maligna. Otro pasaje que me ayudó a ser paciente y a esperar la manifestación completa de la acción del Amor divino fue el siguiente: “La creencia material es lenta en reconocer lo que la realidad espiritual da a entender” (Ibid., pág. 20). Sabía que ya me había curado en el pensamiento.

Unas horas más tarde eliminé algunos cálculos renales de forma natural. Me había sanado definitivamente; todos los efectos de esa enfermedad cesaron en forma permanente.


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