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Mary Baker Eddy: toda una vida de curación

Esta serie de artículos se centra en las curaciones realizadas por Mary Baker Eddy. Estas curaciones empezaron en su infancia y continuaron a través de toda su vida. Algunas de ellas se publican aquí por primera vez.

Pastora (1879–1881)

Del número de abril de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El 12 de abril de 1879, en casa de Mary Baker Eddy en Lynn, Massachusetts, se reunió la Asociación de Científicos Cristianos de sus alumnos:

La Sra. M. B. Glover Eddy hizo la moción, que fue secundada y votada por unanimidad, de organizar una iglesia que iba a llamarse Iglesia de Cristo. Actas de la Asociación de Científicos Cristianos, Departamento de Historia de La Iglesia Madre.

Posteriormente se enteraron que otra denominación religiosa en el Estado ya había escogido ese nombre, por eso en agosto, los estudiantes de la Sra. Eddy obtuvieron una carta constitucional para la Iglesia de Cristo (Científico). El propósito de la Iglesia era “conmemorar la palabra y las obras de nuestro Maestro, la cual habría de restablecer el Cristianismo primitivo y su perdido elemento de curación”. Mary Baker Eddy, Manual de La Iglesia Madre, pág. 17. Durante ese mismo mes se redactaron normas y reglamentos para gobernar la nueva Iglesia. Una de estas normas decía:

El Pastor de esta Iglesia debe ser capaz de sanar al enfermo de la manera que enseña la Ciencia Cristiana, ser estrictamente moral, y seguir a Cristo sincera y devotamente. Documento de la Historia de la Iglesia: L02655.

La Sra. Eddy había estado al frente de los servicios dominicales desde el mes de noviembre del año anterior, y fue natural que la congregación le pidiera que predicara en la nueva Iglesia ese agosto. Por cierto que ella tenía todos las calificaciones morales y espirituales de una sanadora cristiana.

Durante este período una niña adolorida se presentó un día en la puerta de la casa de la Sra. Eddy en Lynn. Muchos años después, la Sra. Helen M. Grenier escribió sobre este incidente:

Yo era una niña pequeña en esa época, y sentía la antipatía natural de un niño por los medicamentos, al igual que un terror pánico a los médicos, por eso cuando de pronto me sobrevino un dolor agonizante en un costado, decidí no decírselo a nadie. Sin embargo, los ojos del amor son penetrantes. Mi mamá notó una palidez inusual, mi desgano y me preguntó qué me pasaba, con el resultado de que llamaría a un médico si no me mejoraba para el día siguiente. Empeoré en vez de mejorar y decidí encontrar una salida a este problema.

Cuando iba a visitar a un familiar en la calle Broad a menudo me había llamado la atención una casa que tenía un cartel decorado con una cruz y una corona en dorado. Me habían dicho que allí vivía una doctora y en mi desesperación razoné así: “Si es que tengo que acudir a un doctor, iré a la señora de la calle Broad. El cartel muestra que es cristiana...” Por eso me escapé y fui a ver a la Sra. Eddy.

Jamás me olvidaré de la benevolente femineidad de la Sra. Eddy cuando me saludó y me hizo tomar asiento, diciendo: “Querida niña, ¿deseabas verme?” Después de una conversación corta y agradable, cerró los ojos por unos momentos. No me preguntó sobre los síntomas, malestares ni nada, sino que tomándome de la mano me dijo: “Si para mañana no estás mejor ven a verme nuevamente”.

No pude comprenderlo. Era tan fuera de lo común. No me hizo preguntas — no le hizo nada a mi cuerpo — no me dio medicamentos, no me cobró nada, y sin embargo — ¡el dolor desapareció! No sabía nada de la Ciencia Cristiana y la Sra. Eddy no la mencionó como tampoco lo hizo su esposo, quien me abrió la puerta. Quedé maravillada por la amabilidad y bondad de esas personas que trataron con tanto amor a una niñita, entendí porqué la hermosa cruz y la corona estaban sobre la puerta y en mi corazón los puse en un altar como verdaderos cristianos.

El único pago percibido por ese tratamiento ha sido amor y agradecido aprecio. Sané totalmente con ese solo tratamiento y caminé, mejor dicho, corrí hasta llegar a mi casa. Recuerdos de Helen M. Grenier, Historia de la Iglesia. Relato en exhibición en la casa de la Sra. Eddy, calle Broad número 12, Lynn, Massachusetts.

La Sra. Eddy sentía un aprecio especial por el pensamiento infantil. Esto se puede ver en la amistad que entabló con Alice Sibley de catorce años, a quien conoció a través de uno de sus alumnos. El 14 de septiembre de 1879, la Sra. Eddy le escribió:

Querida Alice, mantente pura y sin contaminación. No permitas que el elemento más grosero del pensamiento de los demás toque la fibra más fina del tuyo para entremezclar un sólo hilo que no sea dorado. Aspira a todo lo que sea elevado, deja de lado por no tener valor todo lo que degrade o pueda tan solo empañar el lustre de la joya de tu mente. Deja que el pensamiento perfecto sea padre de la acción perfecta, mantén inmaculada la fuente de la mente para no albergar ni un solo pensamiento equivocado, abrigado por descuido, y entonces la brillante promesa de tu dulce juventud responderá a las expectativas de los años más maduros y a las de quienes te quieren con tanta ternura. Documento de la Historia de la Iglesia. L13362.

Dos meses después, el hijo de la Sra. Eddy, George Glover, vino a visitarla a Boston. No se habían visto en veintitrés años. El Sr. y la Sra. Eddy se habían mudado a la ciudad en noviembre, fundamentalmente para estar más cerca de los servicios de la Iglesia, que se celebraron primero en Charlestown y después en el centro de Boston, en Hawthorne Hall. Si bien madre e hijo sentían un profundo afecto mutuo, sus puntos de vista opuestos sobre la vida crearon un abismo entre ellos que no podía cerrarse. Él buscaba minas de oro en las Montañas Negras del Territorio de Dakota mientras que ella ya había encontrado su oro en el reino de Dios. Antes de regresar a su casa, George le mencionó a su madre que su hija de tres años, Mary, tenía estrabismo. Ella le dijo: “Estás equivocado, George, sus ojos son normales”. Después la nieta escribió: “Cuando mi papá volvió a Deadwood, y durante una conversación con mi mamá junto a mi cama mientras yo dormía, me despertaron y descubrieron que mis ojos se habían enderezado. Mi mamá tenía una foto mía sacada antes de este incidente en la que se ve que era bizca”. Recuerdos de Mary B. G. Billings, Historia de la Iglesia. Esta nieta se convertiría más adelante en Científica Cristiana.

En abril de 1880, la Sra. Eddy dio un sermón titulado “La Curación Cristiana”. Al mes siguiente apareció en forma de folleto, pasando a ser la primera de sus obras, después de Ciencia y Salud, que se imprimió para el público. En él ella advierte a sus seguidores: “Oh Científicos Cristianos, vosotros que habéis invocado el nombre de Cristo dándole un significado más elevado, cuidaos de obrar en conformidad con aquello que afirmáis, y abundad en Amor y Verdad, pues de no hacerlo así no estaréis demostrando la Ciencia dela la curación metafísica”.La Curación Cristiana, pág. 16. Éste era un problema que la Sra. Eddy había visto casi desde el principio de sus esfuerzos por enseñar. Muchos de sus primeros estudiantes, si bien captaron algo de su “Ciencia”, encontraron difícil “obrar en conformidad” y “abunda [r] en” la rectitud que requiere esa metafísica cristiana. Acciones equivocadas o fracasadas socavaron la práctica sanadora de estos alumnos, quienes a su vez le quitaron el apoyo a la obra que ella estaba realizando para establecer la Causa de la Ciencia Cristiana. Fue esta falta de apoyo lo que hizo que la Sra. Eddy considerara renunciar a su tarea de pastora de la Iglesia a fines de mayo. Con la esperanza de disuadirla, los miembros de su Asociación y de la Iglesia tomaron varias resoluciones. La segunda decía: “Que si bien creemos que ella no ha contado con el apoyo que esperaba, nos aventuramos a albergar la esperanza de que ella cambie su decisión y se quede con nosotros”. Documento de la Historia de la Iglesia: L09676. Así lo hizo por un mes más, pero en julio ella y su marido, Asa Gilbert Eddy, se fueron a pasar el resto del verano en Concord, New Hampshire.

La Sra. Eddy vio el grave peligro de lo que después describió como “el error de creer en la curación mental, profesando completa fe en el Principio divino, y diciendo: ‘Yo soy Científico Cristiano’, mientras hacemos a los demás lo que resistiríamos al máximo que se hiciera con nosotros”.Escritos Misceláneos, pág. 223. Esto la llevó a investigar “el misterio metafísico del error”.Ibid., págs. 223. Ella sabía que el mal era una ilusión, pero también sabía que a menos que se sacara específicamente a luz su verdadera naturaleza, podía influir el pensamiento inconscientemente. En la siguiente edición de Ciencia y Salud agregó más páginas sobre el tema en un capítulo titulado “Demonología”. Sus motivos para pensar tanto en este problema pueden entenderse por lo que ella iba a incorporar más adelante a su libro de texto:

“Todo Científico Cristiano, todo maestro concienzudo de la Ciencia de la curación por la Mente, sabe que la voluntad humana no es Ciencia Cristiana, y tiene que reconocerlo a fin de defenderse de la influencia de la voluntad humana. Se siente moralmente obligado a abrir los ojos a sus alumnos, para que puedan percibir la naturaleza y los métodos del error de toda clase, especialmente cualquier grado sutil del mal, que es engañado y engaña”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 451.

A su regreso en septiembre, el matrimonio Eddy se mudó nuevamente a su casa en Lynn, y la Sra. Eddy reasumió sus actividades anteriores de predicar y enseñar. Si bien esos deberes le insumían la de mayor parte de su tiempo, su preocupación primordial era la revisión de su libro de texto, Ciencia y Salud. Dedicaba todos sus momentos libres a trabajar en él. En agosto de 1881 se publicó en dos tomos con un emblema de una cruz y una corona en las tapas por primera vez

La tercera edición de Ciencia y Salud se destaca en especial por el agregado del capítulo “Recapitulación”. La Sra. Eddy explicó: “Este capítulo fue tomado de nuestro libro de clase, primera edición, 1870”.Ciencia y Salud, tercera edición, pág. 167. El libro de clase se había publicado privadamente en 1876 como La Ciencia del Hombre. Sigue siendo la base de la enseñanza de la Ciencia Cristiana hasta nuestros días. Si bien la tercera edición tuvo una revisión considerable, su mensaje y enseñanza permanecieron en su mayoría casi sin cambios. Ella revisó el libro de texto “sólo para dar una expresión más clara y más cabal de su sentido original”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 361.

Según lo mencionado anteriormente, la Sra. Eddy había sentido que la condición del pensamiento de sus alumnos en esos momentos demandaba un desarrollo más profundo sobre la manera mesmérica de actuar que tiene el mal, o la mente carnal, de la que contenía ese capítulo “Demonología”. Escribió: “Destapad la mentira, y, como una serpiente, se vuelve contra vosotros”, Luego, en la edición actual de Ciencia y Salud lo expresó así: “Poned el error al descubierto y él os imputará la mentira”.Ibid., pág. 92. Dos meses después de la aparición de la tercera edición, la Asociación y la Iglesia recibieron una carta escrita por ocho alumnos de la Sra. Eddy. Véase Robert Peel, Mary Baker Eddy: The Years of Trial, (Boston: The Christian Science Publishing Society, publicado por primera vez por Holt, Rinehart y Winston, 1971), págs. 95–96. En ella acusaban a su maestra de “tener mal genio, amar el dinero desmedidamente y aparente hipocresía” declarándola incapacitada para guiarlos. Con anterioridad no había habido ningún indicio de que los firmantes estuvieran insatisfechos.

Dos semanas después de esto, el 9 de noviembre de 1881, los estudiantes que permanecieron leales, ordenaron a su maestra Pastora de la Iglesia de Cristo, Científico. Una semana más tarde aprobaron una serie de resoluciones que la Sra. Eddy corrigió y aprobó, declarándola “la Mensajera Escogida por Dios para llevar Su Verdad a las Naciones”, y deplorando “la maldad y el ultraje” que los disidentes dirigieron contra ella. Acta de la Asociación de Científicos Cristianos, Historia de la Iglesia; libro de Peel, Trial, pág. 99. Estas resoluciones se publicaron subsecuentemente en un diario de Lynn.

Un elemento esencial del mensaje de Dios para la humanidad es la curación divina, que siempre estuvo muy cerca del pensamiento de la Sra. Eddy. Le dijo a uno de sus secretarios en 1908:

Cuando vivía en Lynn, quienes se me oponían dijeron que yo había sido una mujer muy buena pero que ahora me había convertido en muy mala. Hubo un caballero... que era miembro de la Iglesia Congregacional, quien siempre me defendió. Decía: “No la entiendo, pero sé que es buena”.

Un día se apareció en mi casa con un mensaje. Vino con una muleta porque tenía problemas en la cadera. Cuando estaba parado frente a mí apoyado en su muleta le dije: “¿En quién se apoya más, en esa muleta o en Dios?” Él me miró y me dijo: “En Dios”, tiró su muleta, que cayó sobre la puerta, y se paró derecho y libre...

Este caballero dejó atrás su muleta y se fue a su casa sano. Anotaciones de Irving C. Tomlinson, Historia de la Iglesia.

Las curaciones que se llevaban a cabo como cosa natural durante los sermones de la Sra. Eddy eran a menudo igualmente memorables. Ella cuenta uno de esos incidentes en un artículo que escribió años más tarde para la revista “mente y cuerpo”, Mente en la Naturaleza:

El 15 de marzo, durante mi sermón, un hombre enfermo sanó. Dos hombres lo habían ayudado a entrar a la iglesia, usaba una muleta y un bastón, pero se fue caminando erecta y firmemente, con el bastón y la muleta bajo el brazo. Yo no conocía a ese señor, ni siquiera estaba consciente de su presencia. “Ciencia Cristiana”, Mente en la Naturaleza, Junio de 1985. (La Sra. Eddy estaba respondiendo a dos artículos previamente publicados escritos por el obispo Samuel Fallows, quien había catalogado a la Ciencia Cristiana como un “poder telepático” y “anticristiana”.) Véase además The Christian Science Journal, Febrero de 1885, pág. 5.

Al cumplir sus funciones de pastora, Mary Baker Eddy demostró la nada de la enfermedad y el pecado al revelar la omnipotencia del bien divino. No es de sorprender que con frecuencia las curaciones fueran el resultado.

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