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Eliminemos la violencia

Del número de mayo de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Los Cristianos tienen el mandato de echar fuera demonios o males. ¿Acaso no incluye esto también la violencia? Cristo Jesús echó fuera este mal cuando sanó al hombre demente que era muy violento. Véase Marcos 5:1-20.

Jesús nos mostró que cuando un individuo acepta y sigue al Cristo, la Verdad, los errores en el pensamiento son destruidos. Entonces el individuo se libera de esa creencia o experiencia del mal en particular. Para destruir todo mal y violencia el individuo debe creer, aceptar y vivir al Cristo. Cada demostración del poder divino abre el camino para otros, hasta que finalmente toda la tierra se llena de luz.

Para ayudar a liberar a la humanidad de la violencia debemos comenzar por vigilar y orar para que el Cristo nos ilumine y gobierne nuestro propio pensamiento. Cuando comencé a orar para ver que la acción del Cristo elimina la violencia, tuve algunos problemas, porque aborrecía la violencia, y me apartaba de ella. Pero fui persistente en mis oraciones hasta que comencé a pensar de una manera cristiana sobre la gente que actuaba con violencia. La frase “una manera cristiana” quiere decir que dejé de centrar la atención en las maldades que hacían otros, y busqué algún rastro de bondad o amor en ellos. El cristianismo nos alienta a buscar y a ver la evidencia de la actividad de Dios, el bien, en la vida humana.

A medida que hice esto, comprendí que mucha gente actúa con violencia para corregir lo que ellos consideran una terrible injusticia, para protegerse ellos mismos o a los demás de algún mal, o para aferrarse a algo bueno que ellos creen que se les está escapando de las manos. El deseo inicial es bueno, pero es pervertido por lo que la Biblia llama la influencia de la mente carnal, que nos lleva a realizar actos de violencia para obtener el bien. Aunque esto no justifica los hechos, ayuda a comprender que los individuos son engañados, ya que el mal no puede producir ni proteger el bien.

La mente carnal y mortal socava nuestra inclinación natural a reconocer y a confiar en el bien. La mente carnal se opone a Dios, el bien, y envía susurros de temor, lujuria, ira, frustración, obstinación y justificación propia. Estos impulsos parecen tener una atracción hipnótica, de modo que en la Christian Science se los denomina magnetismo animal. Si no resistimos estos pensamientos, nos desvían del camino. Cuando los pensamientos del mal se intensifican, se vuelven violentos y conducen a la violencia.

La fisiología y la psicología consideran que la fuente de la violencia está en la mente, pero aceptan erróneamente la inteligencia material y el mal como realidades que nunca podemos eliminar por completo. La Christian Science reconoce la relación entre la mentalidad material y la violencia, pero va más allá. Explica que el fundamento del mal no está tanto en la mente, como en la creencia en una mente apartada de Dios, la Mente divina. Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud: “El fundamento del mal se asienta sobre una creencia de que haya algo aparte de Dios”.Ciencia y Salud, pág2. Esta creencia de que hay algo aparte de Dios —una mente, una cualidad, una naturaleza— constituye la mente carnal y el mal, y es la raíz de la violencia.

Esta creencia es falsa. En la Biblia leemos: “Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él”. Deuteronomio 4:35. La verdad es que no hay ninguna Mente, sustancia, poder ni presencia aparte de Dios, el bien. Por ende, la mente carnal y mortal no existe. El hombre no tiene una mente separada de la Suya que conozca el mal. Como la imagen y semejanza de Dios, el hombre refleja a la Mente divina, plena de sabiduría y percepción. El hombre es espiritual, perfecto y está consciente únicamente del bien.

Un sentido material de inteligencia no ve el bien ni reconoce que todo es espiritual, porque no conoce a Dios. Y si no fuera por el Cristo, mantendría a los mortales en un ciclo interminable de mal. El Cristo, la manifestación de Dios, o la Verdad, en la conciencia humana, libera a la humanidad. El Cristo está siempre aquí, trabajando con nosotros para elevarnos fuera del error, la mortalidad, el pecado y la enfermedad. La Verdad guía el pensamiento a abandonar sus falsas creencias y a encontrar que la Mente divina es la única Mente.

A medida que oraba para ver cómo el Cristo elimina la violencia, tuve una pequeña victoria propia. Cuando comprendí que los malos pensamientos llevan a la violencia, dejé de orar para sanar el problema de unos pocos, y entendí que era el problema de muchos, incluso de mí misma. Aunque no había cometido ningún acto de violencia, a veces me había sentido enojada y frustrada. Había sentido obstinación y justificación propia. Estar enojado dista mucho de manifestar ira con un acto de violencia, pero el pensamiento malo es el padre del hecho. La violencia es un pensamiento errado que se ha transformado en una obsesión y excluye el bien, el amor, la sabiduría, la pureza; en suma, las cualidades que Dios nos da y que nos protegen y gobiernan.

Recordé que todavía me sentía enojada con alguien que había actuado con mucha dureza con varias personas. Para erradicar el fundamento del enojo, oré para comprender que no existe nada sino Dios, el bien y Su manifestación. El la realidad espiritual no hay poder ni presencia aparte del bien. No hay crueldad, ni una persona cruel, no hay personas heridas, ni herida alguna; sólo existe la bondad y el amor infinitos y abundantes, que incluyen y bendicen a todos. Sólo hay seguridad y alegría, porque nada existe sino el bien. Al orar sentí que el enojo se disolvía en compasión. Los malos sentimientos desaparecieron, y ahora esa persona y yo tenemos una buena relación.

Honramos a Dios cuando reconocemos que toda sustancia e inteligencia sólo le pertenecen a Él, y negamos que sean materiales. Esta negación de la vida e inteligencia materiales nos permite percibir el verdadero fundamento de la acción y el pensamiento humanos. Pablo escribe: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”. 1 Corintios 3:11.

Al final del Sermón del Monte, Jesús dijo que todo aquél que escucha y sigue sus enseñanzas, construye sobre la roca y la construcción no caerá. Véase Mateo 7:24, 25. Nos enseñó a edificar únicamente sobre el fundamento del Espíritu y el Amor. ¿Qué edificamos sobre el Espíritu? ¿Qué edificó Jesús? Edificó una vida que dio testimonio de la omnipotencia y la omnipresencia de Dios. O más bien se podría decir que vivió la vida que Dios edificó. Hizo obras glorificando a Dios: destruyó el pecado, restauró la salud, sanó el cuerpo y superó la muerte. Somos sus seguidores y tenemos que hacer lo mismo.

Es de sorprender que no toda la comunidad recibió con agrado su prueba del poder y la presencia de Dios. Cuando Jesús sanó a un hombre que había estado paralítico treinta y ocho años, encontró resistencia; la gente se aferró a las convenciones humanas tan arraigadas. en la época Los fariseos expresaron su enojo diciendo que había quebrantado la ley rabínica que prohibe trabajar el día de reposo. Jesús respondió a esta negación de la Verdad de la siguiente manera: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Juan 5:17. Estaba diciendo que lo que había hecho provenía totalmente de Dios. Expresaba a Dios; manifestaba Su poder para que todos lo vieran. La declaración de Jesús también indicaba la naturaleza de la humanidad científica, puesto que demostró que el hombre es la expresión de Dios.

La declaración y demostración científica de la Verdad enfureció a la mente carnal. Como consecuencia de lo que Jesús dijo e hizo, las autoridades judías buscaron matarlo. Se quejaban de que se había hecho “igual a Dios”. Juan 5:18. Ciencia y Salud dice: “Que se hizo ‘igual a Dios’ fue una de las acusaciones de los judíos contra aquel que estableció el cristianismo sobre la base del Espíritu, que enseñaba según era inspirado por el Padre y que no quiso reconocer vida, inteligencia ni sustancia fuera de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 133.

Puesto que edificaba sobre el Espíritu y no reconocía ninguna sustancia. inteligencia ni vida, sino a Dios, Jesús estuvo a salvo. Quienes trataron de hacerle daño, no pudieron hacerlo. Posteriormente, cuando se sometió a la crucifixión, Jesús obedeció el llamado de Dios de tener una demostración más elevada de Vida. Los mortales erróneamente pensaban que podrían liberarse del Cristo, la Verdad, asesinando a Jesús. No obstante, éste probó en su resurrección que el triunfo del Cristo destruye la violencia y la muerte.

Cuando basamos nuestro pensamiento en la verdad de que Dios, el Espíritu, es Todo y no hay nada fuera de Él, el fundamento del mal es eliminado de nuestro pensamiento. Cuando basamos nuestra vida en el Cristo, construimos sobre el fundamento del Espíritu. Y nuestra edificación no es exclusiva, sino que forma parte del Amor universal, entonces también debe bendecir a los demás. Los frutos del Espíritu son salud, bondad, armonía y paz. Mediante el Cristo, la Verdad, destruimos la oscuridad, el error y el pecado de nuestra experiencia, y probamos, en cierta medida, que el Cristo termina con la violencia.

Aunque la demostración individual del Cristo parezca muy pequeña ante toda la violencia que hay en el mundo, es justamente a través de esas pequeñas victorias que la luz de la Verdad transforma el pensamiento humano. No nos conformamos con una sola victoria sino que continuamos de victoria en victoria, hasta que superamos toda creencia mortal y establecemos nuestro pensamiento y vida completamente en el Cristo, la Verdad. Cada victoria es una luz en nuestro mundo, que muestra el camino hacia una total victoria sobre la violencia.

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