El Racismo se caracteriza por la intolerancia que existe contra otras naciones, tribus o grupos étnicos que difieren en color y costumbres. Tal prejuicio conduce a la irritación, el odio y el malestar que termina en conflictos y en terribles guerras. Parece no haber solución, pero lo cierto es que la hay.
Es muy importante comprender mejor a otros grupos, estudiando sus costumbres e idiomas. Pero esto en sí, si bien es útil, no es suficiente para traer soluciones permanentes. Hace muchos años, comencé una carrera en Zimbabwe, y un superior me recomendó que aprendiera a hablar y a escribir una de las lenguas vernáculas principales del país. Me gustó la idea de llegar a tener buenas relaciones con la gente local, de una manera práctica, y así lo hice. Después, al transformarme en estudiante de la Christian Science, descubrí una forma mucho mejor de superar el prejuicio racial y étnico. Esta solución espiritual nos une a todos como hijos de un solo Padre, Dios.
Lo que se necesita realmente es promover la armonía universal. Puede tomarnos años aprender una nueva lengua o comprender las costumbres de otra cultura. No obstante, cuando uno refleja en la vida diaria las hermosas cualidades de nuestro Creador, los demás también sienten la influencia armoniosa de nuestras acciones inspiradas por Dios. Las acciones cristianas hablan más alto que las palabras. El Amor construye puentes entre los grupos étnicos.
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