Un Viernes por la mañana me desperté y me di cuenta de que no podía levantarme de la cama porque me sentía muy mareada. No sentí ningún temor. De inmediato supe que Dios está en todas partes, y también estaba conmigo. Mentalmente acepté sólo buenos pensamientos.
Cuando mi esposo se despertó una hora después, le tuve que decir por qué estaba todavía en cama y lo que necesitaba él hacer si yo continuaba con los mareos. Le dije que me sentía en paz si ésta era la manera de terminar mi vida terrenal. Hablamos un poco, y un rato después pude llamar a una practicista de la Christian Science.
La practicista prometió ayudarme. Me dijo que me moviera con mucha calma. Durante nuestra conversación telefónica los mareos desaparecieron por completo. El domingo por la mañana, llamé a la practicista para agradecerle su ayuda mediante la oración. Le dije que sentía que estaba sana.
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