Hace Poco un amigo me envió una historia tierna que me hizo pensar en la oración y en la perseverancia. Una noche una madre llevó a su hijo a un recital del gran pianista polaco Paderewski. Antes de que comenzara el concierto, el niño decidió explorar el teatro, y de pronto se vio en el escenario. Cuando se abrió el telón, allí estaba el niño frente al teclado tocando “Twinkle, Twinkle, Little Star” (una melodía infantil). Sin inmutarse, Paderewski se acercó al teclado y le susurró: “No dejes de tocar, sigue tocando”. Rápidamente pasó los brazos alrededor de los hombros del niño para tocar un acompañamiento de bajo y una contramelodía, y por un momento, el maestro de renombre mundial y un pequeño inocente cautivaron a su público.
Sea verdad o no, la historia fue para mí una clara metáfora: el eterno Padre-Madre que abraza a Su hijo inocente y lo fortalece para que continúe avanzando y creciendo. El “No dejes de tocar, sigue tocando”, fácilmente se transforma en “No dejes de luchar. ¡Sigue orando!”
“¿Nos beneficiamos con la oración?”, pregunta la Sra. Eddy en Ciencia y Salud. “Sí, el deseo que se eleva, hambriento de justicia, es bendecido por nuestro Padre, y no vuelve a nosotros vacío”.Ciencia y Salud, pág. 2.
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