Cuando me encontraba en el segundo año en la universidad, tenía un curso teórico—práctico llamado Análisis Instrumental de Alimentos. Entonces un día nos tocó realizar las prácticas en el laboratorio y el tema de la misma era análisis de hierro en cereales.
Un compañero y yo nos encargamos de hacer el análisis. Luego de pesar la muestra teníamos que calcinarla, es decir someterla a unos 900°C, en una pequeña mufla (horno), de tal forma que sólo quedaran cenizas, y luego analizarlas. Pero cuando el cereal estaba siendo sometido a la acción del calor, la muestra de pronto estalló con gran impacto provocando que la puerta del horno saliera disparada junto con la muestra que se encontraba en sus crisoles. Mi compañero estaba frente al horno y yo a un costado, y justo en ese momento le decía que en caso de incendios hay que agacharse porque el humo tiende a ir por encima, fue entonces que me agaché y en ese instante la puertita del horno voló por encima de mi cabeza.
Mis compañeros se encontraban tan alarmados por el impacto y el ruido que causó, que incluso los del segundo piso bajaron a ver qué sucedía. Pero mi amigo y yo nos encontrábamos sanos, sin herida alguna y bien tranquilos.
Allí comprobé una vez más la protección del Amor de Dios. Yo sé que esto no fue casual, sino una prueba perceptible de la presencia de la Mente en todo instante. Para ese entonces, yo ya estudiaba la Lección Bíblica.
Cada día estoy aprendiendo mejor la parte del Padre Nuestro que dice: “Hágase Tu voluntad...”, es decir, como lo explica la Sra. Eddy: “Capacítanos para saber que, como en el cielo, así también en la tierra, Dios es omnipotente, supremo” (Ciencia y Salud, pág. 17). Entiendo que Omnipotente es todo el poder, entonces, como Dios es todo el poder, no existía otro poder capaz de hacernos daño a mi amigo y a mí, y por esta razón es que estoy seguro en cualquier situación, reconociendo ese Todo que es el Amor.
Arequipa, Perú
