Estoy muy agradecida por todo lo que el estudio de la Christian Science ha traído a mi vida. Su promesa de que, no importa a qué clase social uno pertenezca, la edad que tengamos o el nivel de estudios que hayamos alcanzado, todos podemos llegar a comprender a Dios, nos ayuda a vencer todo tipo de barreras. Una forma concreta de profundizar este estudio es tomar Instrucción en Clase Primaria con un maestro de la Christian Science. Hace diecisiete años yo decidí tomar ese curso y elegí un maestro que vivía en los Estados Unidos.
Después de muchos preparativos y cuando faltaban tan sólo tres días para mi partida, surgió un inconveniente. En aquél entonces yo vivía sola y tenía gallinas y una pequeña hortaliza. Estaba trabajando mucho para dejar todo organizado, ya que iba a estar ausente quince días. De pronto me incliné y al querer enderezarme sentí un dolor tan profundo en la espalda que me fue imposible recobrar mi posición. Encorvada, llegué hasta mi habitación y me acosté. Comencé de inmediato a orar a Dios, y a reconocer que nada podía impedir que se manifestara el bien.
Al día siguiente, cuando mi hija se enteró, lo primero que me dijo fue que en ese estado no iba a poder viajar. La tranquilicé asegurándole que sabía que todo iba a estar bien. Le leí una cita de la Biblia que dice: “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Dios me había guiado hasta ese momento y yo podía seguir contando con su tierno apoyo y dirección. Le pedí a mi hija que me viera sana, como Dios me veía.
El dolor no cedía y yo no podía caminar, así que el día antes del viaje decidí llamar a una practicista para que orara por mí. Ella simplemente me aseguró: “el progreso es la ley de Dios y nada ni nadie puede impedir que tú progreses”.
Cuando salí de casa para emprender mi viaje, sentí cierto alivio en la espalda y pude caminar. Durante todo el trayecto sentí el amor divino manifestándose a mi alrededor. Si bien era la primera vez que viajaba en avión y fuera de mi país, muchas personas me ayudaron, me guiaron y ¡hasta llevaron mis maletas! Los días siguientes estuve colmada de amor, especialmente de parte del maestro, de su esposa y de mis compañeros de curso. Mi despertar espiritual a las verdades que estaba aprendiendo, me dio la absoluta confianza de que el problema ya estaba superado. Y así fue. Desde entonces he tenido una vida sumamente activa, y jamás me he sentido limitada para desempeñar ningún tipo de trabajo. He podido disfrutar de mis cinco nietos y de mis cuatro bisnietos con toda vitalidad.
En otra ocasión, un viernes por la tarde, cuando regresaba a mi casa, me disponía a bajar del autobús en el que viajaba, cuando el conductor arrancó nuevamente antes de que yo hubiera alcanzado a poner los pies en el suelo. Caí con mucha fuerza contra el pavimento golpeándome fuertemente la columna. En ese momento pensé que Dios era mi protección y el automóvil que venía detrás frenó a tiempo para no arrollarme.
Con un gran esfuerzo me incorporé e inmediatamente vinieron en mi ayuda unos jóvenes que habían presenciado lo ocurrido y preocupados me urgieron para que fuera a un hospital. Pero yo les aseguré que nada malo me había pasado. Muy amablemente me ayudaron a cruzar la calle y a subirme en el siguiente transporte que debía tomar para llegar a mi casa.
Al sentarme me di cuenta de que el dolor se estaba agudizando y cuando tuve que volver a pararme me era casi imposible caminar. A duras penas llegué a mi casa y me acosté. Yo sabía que Dios seguía teniendo el control de mi vida. Aproveché todo el día siguiente para orar y pedirle a Dios que me ayudara a comprender la verdad espiritual acerca de mí misma.
El siguiente día era domingo y yo tenía casi una hora de camino para llegar a la Iglesia, y aunque el dolor en la espalda y las piernas, me acobardaba un poco, fui al servicio religioso. Antes de que comenzara, le pedí a una amiga que me apoyara con su oración. Ella con mucho amor me aseguró que debía tener claro que nada malo había ocurrido, que como idea de Dios nunca había sufrido un accidente y por ende tampoco podía sufrir las consecuencias. Me dijo que los hijos de Dios eran intocables y que mi bienestar estaba al cuidado de Dios. Cuando terminó el servicio y me puse de pie, el dolor había desaparecido por completo para no regresar jamás.
Siento que mi vida es la prueba de que el buscar a Dios nos da fortaleza, y el estudio diario de la Christian Science, nos confiere el entendimiento que abre nuestras posibilidades al bien. En la Biblia, en Proverbios, leemos: “Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”. Dios me enderezó y me sanó y siempre ha estado guiando mi camino.
Venezuela
