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El aceite de la viuda

Del número de octubre de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Mi Esposo falleció inesperadamente, muy pronto me vi envuelta en una difícil situación económica. Los ingresos con los que contaba eran escasos y adeudaba importantes sumas de dinero: la hipoteca de la casa y el crédito del auto.

Recurrí a la oración para resolver esta situación, una oración en la que reconocí que Dios es la fuente de provisión, y le pedí sabiduría para saber qué debía hacer. Yo estaba dispuesta a escuchar la guía de Dios y a obedecerlo, antes de dar cualquier paso. Sentí que mi “yo” había cedido sin poner resistencia, dejando que se hiciera Su voluntad.

Pronto me vino al pensamiento la historia de la viuda en la Biblia. Véase 2 Reyes cap. 4:1-7. Se trata de una mujer que no tenía con qué pagar a sus acreedores. Ella le pide ayuda al profeta Eliseo, y lo primero que hace él es preguntarle: ¿Qué tienes en casa? La mujer responde: “Una vasija de aceite”.

Me di cuenta de que yo también debía reconocer lo que tenía en casa. Con humildad recordé todas las bendiciones que había recibido en mi hogar y en mi vida, y me inundó una enorme gratitud.

Luego Eliseo le dice a la mujer que pida vasijas vacías prestadas de sus vecinos y que las llene con el aceite.

La Sra. Eddy define en Ciencia y Salud la palabra “aceite” de la siguiente manera: “Aceite. Consagración; amor; dulzura; oración; inspiración celestial”.Ciencia y Salud, pág. 592.

Al leer esto interpreté que debía abandonar todo lo que no estuviera de acuerdo con estas características de la definición espiritual de “aceite”. Y esto implicaba comprender mejor mi relación con Dios. Vi que tenía que verter más amor en mis pensamientos, sobre todo en los pensamientos que abrigaba sobre mis vecinos, amigos, etc. Esto implicaba reconocer que ellos, al igual que yo, tenían una naturaleza espiritual y perfecta. No traté de determinar cómo solucionar la situación. Pero empecé a observar mi manera de pensar, y a no permitirme nada que fuera contrario a esas características.

Hubo un momento en que la situación económica me puso en una disyuntiva: por un lado, yo deseaba servir a Dios y al prójimo con mi trabajo de practicista de la Christian Science. Pero también necesitaba actuar con prudencia en cuanto a mis obligaciones financieras. Tuve miedo de que los ingresos que recibía como practicista no fueran suficientes. Pero en oración, me refugié en el aposento espiritual donde, por así decir, tuve audiencia con mi Padre celestial.

Le pedí que me diera una señal para saber qué rumbo tomar. En mi oración estaba dispuesta a obedecerlo y a servirlo de la manera que Él determinara.

Vi que tenía que verter más amor en mis pensamientos

Las soluciones aparecieron muy pronto, se iban manifestando de quienes menos lo esperaba. Por ejemplo, mi mamá, que estaba viviendo conmigo, contribuía con su jubilación. Mi hermano venía todos los días a ver a mamá y traía del supermercado compras abundantes con todo lo necesario para el hogar. También mi hermano generosamente se ocupó de pagar mi parte en un gasto común familiar. Si no me alcanzaba algún mes para pagar los servicios de gas, luz, etc., mi sobrino me prestaba dinero sin temor de que no se lo pudiera devolver.

Además, mi actividad como practicista aumentó, y recibí el reconocimiento y gratitud de aquellos que se beneficiaron con mi trabajo espiritual.

No tenía dudas de que aquellas eran las señales del amoroso cuidado de Dios.

Entendí que todo era el fruto de la siembra. En muchas oportunidades yo había vertido aceite, especialmente dentro de mi familia, armonizando y uniendo vínculos, y ahora estaba cosechando los frutos.

Tiempo después, me otorgaron la pensión, y me pagaron los meses que me adeudaban. Recibí también una indemnización del trabajo de mi esposo. Asimismo, me concedieron un beneficio extra de una suma considerable para la hipoteca, algo que no estaba estipulado por la prestadora de pensiones, pero que la promotora me lo otorgó de todos modos.

Así fue Dios dándome Su gracia, Su provisión, por añadidura, y me fue sacando de esa dificultad. Como bien dice el Evangelio según Mateo: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?... Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:31, 33.

Aprendí que la manera de vivir en la Christian Science, o sea, la consagración al trabajo en la iglesia, nuestro amor a la familia, nuestra dulzura con el prójimo, nuestra oración e inspiración celestial al necesitado — todas las cualidades del “aceite”— tarde o temprano dan sus frutos.

Estas palabras de Ciencia y Salud se hicieron evidentes en mi vida: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”.Ciencia y Salud, pág. 494.

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