Hoy Como Ayer, el pastor es un personaje de la vida campestre, que evoca la imagen de ternura y consuelo. En la Biblia, el pastor a menudo representa el amor de Dios por Su creación. Mary Baker Eddy, la fundadora de esta revista, se refirió al pastor como un ejemplo del amoroso cuidado de Dios. Ella una vez explicó que “este Pastor de Amor deja el camino trillado, recorre el bosque y el pantano, aparta la zarza, y busca hasta encontrar la oveja perdida; luego la pone sobre Su pecho y regresa para sanarla y restaurarla”. Irving C. Tomlinson, Twelve Years with Mary Baker Eddy, Edición Ampliada, pág. 103.
Y qué decir entonces de esta era, cuando tantos países tuvieron que luchar, o siguen haciendo esfuerzos para terminar con la aftosa y la enfermedad de las “vacas locas”, ¿hay algo que nos permita calmar el temor al contagio descontrolado y detener la devastación y la matanza de miles de animales? ¿Hay acaso un pastor como el de los tiempos bíblicos, como aquél al que se refirió David con tanta confianza, cuando oró “Jehová es mi pastor; nada me faltará; ...no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”? Salmo 23:1, 4. La respuesta es un “sí” rotundo. Ese Pastor es Dios, que tiene hoy el mismo poder que ha tenido siempre.
Elevar el pensamiento a Dios en oración y confiar en Su cuidado no consiste simplemente en pedir la intervención divina. Es comprender la creación de Dios. Y aunque no podemos ver a Dios, podemos sentir Su presencia.
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