Hoy Como Ayer, el pastor es un personaje de la vida campestre, que evoca la imagen de ternura y consuelo. En la Biblia, el pastor a menudo representa el amor de Dios por Su creación. Mary Baker Eddy, la fundadora de esta revista, se refirió al pastor como un ejemplo del amoroso cuidado de Dios. Ella una vez explicó que “este Pastor de Amor deja el camino trillado, recorre el bosque y el pantano, aparta la zarza, y busca hasta encontrar la oveja perdida; luego la pone sobre Su pecho y regresa para sanarla y restaurarla”. Irving C. Tomlinson, Twelve Years with Mary Baker Eddy, Edición Ampliada, pág. 103.
Y qué decir entonces de esta era, cuando tantos países tuvieron que luchar, o siguen haciendo esfuerzos para terminar con la aftosa y la enfermedad de las “vacas locas”, ¿hay algo que nos permita calmar el temor al contagio descontrolado y detener la devastación y la matanza de miles de animales? ¿Hay acaso un pastor como el de los tiempos bíblicos, como aquél al que se refirió David con tanta confianza, cuando oró “Jehová es mi pastor; nada me faltará; ...no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”? Salmo 23:1, 4. La respuesta es un “sí” rotundo. Ese Pastor es Dios, que tiene hoy el mismo poder que ha tenido siempre.
Elevar el pensamiento a Dios en oración y confiar en Su cuidado no consiste simplemente en pedir la intervención divina. Es comprender la creación de Dios. Y aunque no podemos ver a Dios, podemos sentir Su presencia.
En una ocasión, durante una visita a Nueva Zelanda, me senté en una loma cubierta de hierba en un camino lateral y me puse a observar un enorme valle verde pintado de ovejas paciendo. Los únicos sonidos que se escuchaban eran el de una suave brisa y algún balido distante. La paz total de aquel lugar era una clara e inolvidable declaración de perfecta armonía, pureza e inocencia. Me sentí tan cautivada por aquella escena, que pensé en la infinitud de la paz y de la presencia de Dios.
Dios, la Vida, llena todo el espacio. En su infinita presencia no hay otra vida. Sólo existe la vida que Él crea y esa vida es espiritual. No hay enemigo real que pueda contaminar la Vida divina, o perturbar la existencia de Dios. Reconocer esto es un arma poderosa, aunque pacífica. Para acallar el temor de que pueda haber alguna forma de vida dañina fuera del control de Dios, es necesario estar quietos y reconocer la presencia de Dios. Esta forma de oración niega realidad al mal y silencia el concepto equivocado que afirma que el mal tiene poder.
Ciencia y Salud declara: “Lo que extermina al error es la gran verdad de que Dios, el bien, es la Mente única y que el supuesto contrario de la Mente infinita — llamado diablo o mal — no es Mente, no es Verdad, sino error, sin inteligencia ni realidad”.Ciencia y Salud, pág. 469. El “exterminador” de la creencia de que hay vida aparte de Dios no es un arma o un veneno letal. Es simplemente el sereno reconocimiento de “la gran verdad” de que el mal no tiene “ni inteligencia ni realidad”.
La naturaleza responde a los pensamientos que recurren en Dios
En la vida diaria, este reconocimiento nos ayuda a comprender cada aspecto de la infinitud de Dios. Nos ayuda a entender qué es real — y qué no lo es. La realidad es la Verdad, la existencia misma de Dios, donde no hay riesgo ni peligro. La Sra. Eddy se refirió a esta verdadera condición de la existencia cuando escribió: “La Verdad trata el contagio más maligno con perfecta seguridad”. Ibid. pág. 176.
El callado reconocimiento de que Dios es la única presencia tangible e inevitable también nos ayuda a vencer el pánico en relación a la economía en áreas del mundo que fueron afectadas por la crisis de la aftosa y las “vacas locas”. Ese reconocimiento puede tranquilizar a las autoridades locales y contribuir a que se tomen las medidas adecuadas.
Sí, Jehová es el Pastor del siglo XXI, al igual que el de los siglos pasados. Esa figura simboliza a Dios, quien sigue manteniendo la paz de Su creación. El Pastor guarda Su rebaño a salvo hoy y el mundo puede confiar en Él. La creación de Dios es espiritual, por siempre intacta.
