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Curación de una herida de bala

Del número de octubre de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Dos Años tuve la prueba de lo importante que es orar diariamente por uno mismo y por la familia.

Habíamos ido a cenar con nuestra hija y nuestros nietitos a un restaurante que tiene un área de juegos para niños.

Mientras mi esposo y mi hija conversaban, yo llevé a los niños a jugar. A la media hora, sentimos varios estampidos. Yo pensé que eran petardos, hasta que entró un señor corriendo con su bebé en brazos, haciéndonos tender en el suelo mientras nos decía que eran tiros y que no nos moviéramos. Una empalizada nos separaba del área de donde provenían los disparos y los gritos.

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