Durante La Época en que la guerra de Vietnam estaba empezando a hacerse oír, el Tío Sam me requirió en sus filas. Y fui a Denver para que me hicieran un examen médico. Allí, los doctores me indicaron que saliera de la fila para que me sacaran otra radiografía.
Al final del día, me dijeron simplemente que tenía algo malo. Al día siguiente me llamaron para decirme: “La condición es muy grave, deberá consultar un especialista de pulmón inmediatamente”. Pensé que era algún tipo de resfriado difícil de curar. Yo pesaba unos 20 kilos menos de lo normal; era muy delgado. En realidad, lo que tenía era tuberculosis. Visité a varios médicos y finalmente terminé yendo a uno que, como descubriría más tarde, era probablemente una autoridad mundial en enfermedades pulmonares.
La cuestión es que los médicos comenzaron a hacerme gran cantidad de exámenes. Después de un par de semanas, fui a ver al especialista que supervisaba el tratamiento. Comenzó diciéndome con voz quebrada que era probable que no viviera mucho más de seis meses. Que aún si me internaba en un hospital donde pudiera obtener asistencia inmediata y reposo absoluto, de igual manera no llegaría a vivir más de dos años.
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