Una Mañana descubrí que tenía un bulto en un seno. Eso me produjo mucho temor y preocupación por lo que podría sucederme. Sin embargo, deseaba vivir y aprender las lecciones espirituales que Dios me podía enseñar. Tenía la convicción de que El me amaba y me guiaría.
Puesto que consideraba que este problema era demasiado para mis oraciones, le pedí a Dios, por primera vez, que me enseñara a orar.
Comencé a considerar la oración de forma diferente, a ver que es el poder de Dios el que produce la curación, y que yo no tenía que luchar con el problema sola. Ésa fue una gran lección para mí.
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