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Ningún problema es demasiado grande para Dios

Del número de octubre de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una Mañana descubrí que tenía un bulto en un seno. Eso me produjo mucho temor y preocupación por lo que podría sucederme. Sin embargo, deseaba vivir y aprender las lecciones espirituales que Dios me podía enseñar. Tenía la convicción de que El me amaba y me guiaría.

Puesto que consideraba que este problema era demasiado para mis oraciones, le pedí a Dios, por primera vez, que me enseñara a orar.

Comencé a considerar la oración de forma diferente, a ver que es el poder de Dios el que produce la curación, y que yo no tenía que luchar con el problema sola. Ésa fue una gran lección para mí.

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