Un Joven Vino a mi casa para hacer un trabajo de mantenimiento. Cuando mis gatos se acercaron a curiosear, él empezó a hablar de sus mascotas y después de su familia. Por su conversación, era evidente la ternura que sentía por su pequeño hijo. Pronto nos pusimos a hablar sobre cuestiones espirituales y después sobre el perdón.
Me dijo que pensaba que la gente no era digna de ser perdonada, a menos que pidiera perdón. Para ilustrar lo dicho, dijo que hacía algunos años, su padre adoptivo lo había tratado muy mal. Y como esta persona no se había arrepentido, el joven pensaba que no tenía por qué perdonarlo. Le dije que yo creía que ya lo había perdonado al no permitir que la crueldad que había recibido, le impidiera a él ser un padre amoroso con su hijo. Este joven había roto el círculo vicioso del maltrato; el amor había sometido al odio.
Después me puse a pensar en la conversación que habíamos tenido, y me di cuenta de que, aunque en mi vida mucha gente no había sido amable conmigo, nunca me he sentido privada del deseo o de la capacidad de amar. Dios, el Amor divino, me ha hablado más fuerte que cualquier pensamiento o comportamiento que quiera sugerir que el Amor pueda estar ausente.
Recordé estas palabras de Mary Baker Eddy: “Yo amaré, si otro odia. Ganaré un saldo a favor del bien, mi ser verdadero. Sólo esto me da las fuerzas divinas con las cuales vencer todo error”.Escritos Misceláneos, pág. 104. La Sra. Eddy tuvo muchas oportunidades de demostrar estas palabras. Hubo ocasiones en las que ella fue objeto de odio y traición debido a que sus ideas sobre la curación espiritual eran muy revolucionarias. Sin embargo, nada de eso la disuadió, y su legado de la curación espiritual y del método científico para realizarla, continúa trayendo inspiración, curación y bendiciones a millones de personas.
Debido a que Dios nunca deja de amar, nosotros tampoco deberíamos dejar de amar, si es que queremos recibir los beneficios que nos corresponden por ser Sus hijos. Ante los insultos cotidianos, la simple cortesía puede ser suficiente para que la gente actúe con amabilidad. Pero en circunstancias más difíciles, la capacidad de amar necesita ser impulsada por la comprensión de que cada uno de nosotros se identifica con el creador divino. Esa comprensión afirma el hecho de que Dios, el bien, tiene todo el poder que existe o pueda existir, y que todos lo sabemos y lo podemos demostrar.
A menudo el odio es una señal de que la persona que lo expresa desea sentirse amada, es una súplica angustiosa para sentirse reconocido y valorado. El responder a esta súplica con compasión, bendice y sana. Ante la brutalidad, esto puede parecer mucho pedir, pero no es algo imposible de hacer. Incluso las situaciones de violencia extrema nos dan la oportunidad de demostrar las dos lecciones más poderosas que nos enseñan las Escrituras: 1) que el Amor divino es imparcial, y 2) que nuestra verdadera naturaleza es espiritual porque somos la imagen de Dios. Estas lecciones nos exigen que demostremos nuestra semejanza con Dios. La Biblia en particular nos insta a amar, cualesquiera sean las circunstancias; en ella leemos: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano". 1 Juan 4:20, 21.
Vivir el pleno amor a Dios, nos permite comprender que todos somos Sus hijos. Sólo Él diseña y define al hombre. El vivir el amor a Dios impide que el comportamiento erróneo siga su curso, y nos insta a que nunca dejemos de amar. Aun cuando nos enfrentemos a la brutalidad, podemos continuar reflejando el amor de Dios, afirmando que el Amor divino, que es eterno y todo lo abarca, nunca permitiría que existiera su opuesto, el odio, y mucho menos que éste lastimara a Sus hijos. Cuando en medio de situaciones violentas nos aferramos a la omnipotencia de Dios, recibimos las ideas y los medios necesarios para hacer lo más oportuno, y todos los involucrados reciben inspiración y son protegidos.
Hace ya más de un año, al ver la transmisión en vivo de los asesinatos en una escuela de Littleton, Colorado, en los Estados Unidos, al principio lloré mucho. Luego recordé las palabras de la Sra. Eddy respecto a amar si otro odia. Esto me inspiró para afirmar el poder supremo que Dios tiene para expresarse a Sí mismo como el tierno Padre y Madre del universo, que siempre está disponible para todos. En mis oraciones incluí a todos los envueltos en el hecho, incluso a los muchachos que estaban disparando. Vi que el amor y la ley de Dios cuidaban tiernamente a todos Sus hijos, sin excepción. También contacté a algunos amigos, y los invité a que oraran. Finalmente, reportaron en las noticias que el tiroteo había terminado. Pero mis oraciones no cesaron, ni han cesado. Estoy segura de que muchos otros también continúan orando.
Las reacciones negativas nos impiden escuchar a Dios.
En los días después del incidente, cuando los reportajes revelaron que los dos estudiantes que dispararon habían planeado llevar a cabo una destrucción aún mayor de la que ocurrió, yo estaba agradecida porque no hubiera habido más daño. Y continúo estando agradecida por los muchos ejemplos de compasión, valor, gracia y disposición de amar más, que han sido evidentes en respuesta a esta tragedia. Éste es un resultado sumamente importante, pues esta disposición de amar refleja el Amor divino y exalta la pureza, utilidad, inteligencia y valía de todas las personas.
Las reacciones negativas hacia ese día en Colorado — la ira, las acusaciones y la culpa — pueden impedir que oigamos la voz de Dios. No obstante, cada vez que una opinión es reemplazada por la compasión, el pensamiento se tranquiliza, y sale a la luz la verdadera naturaleza de los hijos bendecidos y protegidos por Dios. El pensamiento que se tranquiliza de esta manera allana el camino para dar la respuesta correcta, para manifestar valor, fortaleza y tranquilidad — pruebas del perpetuo amor de Dios.
Dios ha hecho el universo completo y bueno; pero nosotros hacemos de nuestro mundo un lugar digno, de vivir en él, o no, según los pensamientos que respecto a él aceptemos o creamos. Aun si no hacemos mención de nuestros pensamientos a alguien, forman parte de la atmósfera general de nuestra experiencia. Es por esto que el optar por tener buenos pensamientos y comprender el poder del bien, no sólo nos eleva mentalmente, sino que demuestra el dominio de Dios, el bien. No depende de que alguna otra persona en otro lugar fortalezca el amor fraternal. Es responsabilidad de cada uno de nosotros demostrar la presencia y el poder de Dios, reconociéndonos y tratándonos los unos a los otros como Sus hijos, y al hacerle caso a este tierno consejo:
"Sé amable con el pecador;/ tal vez jamás halló/ palabra alguna de bondad./ Oh, vuélvelo al Señor./ En el abismo de su ser/ tu dulce voz oirá;/ del bien que puedas tú hacer/ la eternidad dirá".Himnario de la Christian Science, N° 315.
Abrazando tiernamente a la familia del hombre en cada pensamiento, palabra y acción, haces tu parte para terminar el círculo vicioso del odio y así sanar un mundo en constante desafío.
