Los Fuegos artificiales destellaban en el cielo sobre el río Charles, entre Boston y Cambridge, por la celebración del último Día de la Independencia del segundo milenio. Al mirarlos, traté de imaginar cómo festejaban los colonos europeos del mundo occidental el 4 de Julio a comienzos del siglo XIX. En esa época, ellos fueron testigos del surgimiento de la libertad de expresión y de religión, en el noreste de los Estados Unidos.
Dentro de esa nueva atmósfera de libertad, una niña se esforzaba por liberar su pensamiento de las restrictivas doctrinas religiosas que la rodeaban. Nacida en Nueva Inglaterra en 1821, Mary Baker Eddy, la fundadora de esta revista, había sido educada de acuerdo con las enseñanzas puritanas, basadas en la sumisa obediencia a Dios. Ella conocía y amaba la Biblia y estaba sinceramente dispuesta a hacer la voluntad de Dios.
Entre las enseñanzas que había recibido, estaba la teoría de la predestinación, según la cual Dios condena a algunas personas al castigo eterno. Pero las sinceras oraciones de Mary la habían llevado a cuestionar que dicha teoría fuera un decreto divino. Debido a la angustia que le producía esa doctrina, un día, cuando tenía doce años, contrajo una fiebre muy alta. Ella oró a Dios y la fiebre desapareció. El reconocimiento de que Dios sólo podía amar a Sus hijos la había sanado. Su nueva comprensión de Dios, en claro contraste con las doctrinas religiosas de la época, la había liberado del temor a la ira de Dios.
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