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Independencia para hacer el bien

Del número de julio de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Los Fuegos artificiales destellaban en el cielo sobre el río Charles, entre Boston y Cambridge, por la celebración del último Día de la Independencia del segundo milenio. Al mirarlos, traté de imaginar cómo festejaban los colonos europeos del mundo occidental el 4 de Julio a comienzos del siglo XIX. En esa época, ellos fueron testigos del surgimiento de la libertad de expresión y de religión, en el noreste de los Estados Unidos.

Dentro de esa nueva atmósfera de libertad, una niña se esforzaba por liberar su pensamiento de las restrictivas doctrinas religiosas que la rodeaban. Nacida en Nueva Inglaterra en 1821, Mary Baker Eddy, la fundadora de esta revista, había sido educada de acuerdo con las enseñanzas puritanas, basadas en la sumisa obediencia a Dios. Ella conocía y amaba la Biblia y estaba sinceramente dispuesta a hacer la voluntad de Dios.

Entre las enseñanzas que había recibido, estaba la teoría de la predestinación, según la cual Dios condena a algunas personas al castigo eterno. Pero las sinceras oraciones de Mary la habían llevado a cuestionar que dicha teoría fuera un decreto divino. Debido a la angustia que le producía esa doctrina, un día, cuando tenía doce años, contrajo una fiebre muy alta. Ella oró a Dios y la fiebre desapareció. El reconocimiento de que Dios sólo podía amar a Sus hijos la había sanado. Su nueva comprensión de Dios, en claro contraste con las doctrinas religiosas de la época, la había liberado del temor a la ira de Dios.

Cristo Jesús, durante su niñez, también cuestionó la autoridad de las doctrinas humanas. A la edad de doce años, se sentó en el templo “en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles”. Véase Lucas 2:46. Apartándose de un código de conducta austero y restrictivo, dialogó abiertamente con los ancianos del templo. De adulto, estableció una manera de vivir totalmente nueva, en la cual el amor era la norma.

El Apóstol Pablo, plenamente consciente de que Jesús había proclamado el amor de Dios para todos los hombres y mujeres, se apartó de la teología que enseñaba que Dios podía enojarse. Pablo expresó claramente su pensamiento iluminado sobre este particular en la siguiente declaración: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. Romanos 8:1.

Siguiendo el ejemplo de Jesús, tanto Pablo como Mary Baker Eddy se apartaron de las tradiciones que creaban élites aisladas y selectas, cuyos seguidores se definían por lo que tenían prohibido hacer. Enseñaron un amor cristiano que identifica a las personas por lo que pueden hacer, no por lo que no pueden o no se les permite hacer. Probaron que cada uno de los hijos de Dios tiene la capacidad de discernir y hacer el bien.

Todos tenemos la capacidad de discernir y hacer lo correcto.

La contribución más grande que hizo la Sra. Eddy al bienestar de la humanidad es su libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, dedicado “a los que sinceramente buscan la Verdad”.Ciencia y Salud, pág. xii. Este libro le trae al siglo XXI, a usted y a mí, las buenas nuevas del amor que Dios siente por cada uno de nosotros. Da a conocer la Ciencia del Cristianismo, o Christian Science, Ibid., pág. 450. que enseña la curación espiritual y cristiana.

Hablando a esta época, ella escribe: “El Científico Cristiano se ha alistado para disminuir el mal, la enfermedad y la muerte; y los vencerá comprendiendo que nada son y que Dios, o el bien, es Todo”. Significa Ciencia Cristiana. Pronúnciese crischan sáiens.

Los estudiantes de Ciencia y Salud no son personas pasivas, que no pueden hacer o no se les permite hacer ciertas cosas. Ellos perciben que el amor de Dios es una realidad que libera del temor y los sana de la enfermedad.

La contribución de la Sra. Eddy al bienestar de la humanidad es universal y pone la independencia espiritual y la capacidad de orar y sanar, a disposición de individuos de toda clase de culturas y tradiciones. Brillando con todo su esplendor, como las luces en el cielo del Día de la Independencia, sua escritos iluminan a los pensadores de hoy y del futuro.

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