Hace seis años, descubrí que me habían salido varios bultos debajo de los brazos. Aunque no me dolían, sabía que no era bueno que los tuviera. Le pedí a un practicista de la Christian Science que orara conmigo.
Estudié referencias de la Biblia y de Ciencia y Salud. Un pasaje me indicó claramente que debía mantener mi pensamiento puro en todo momento, sin tener en cuenta lo que estaba sucediendo: “Es la espiritualización del pensamiento y la cristianización de la vida diaria, en contraste con los resultados de la horrible farsa de la existencia material; es la castidad y pureza, en contraste con las tendencias degradantes y la gravitación hacia lo terrenal del sensualismo y de la impureza, lo que realmente comprueba el origen y la eficacia divinos de la Ciencia Cristiana” (Ciencia y Salud, pág. 272).
Comencé a orar para limpiar mi pensamiento de todo resentimiento. Esto fue maravilloso, porque me hizo progresar y sentirme liberada. Durante esa época tomé la decisión de aprender todo lo que pudiera de mi relación con Dios.
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