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Sana de una hemorragia intestinal

Del número de julio de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante el verano, estaba cenando con mi esposa y una muy querida amiga que habíamos invitado a casa, cuando sufrí una hemorragia intestinal. Esto me sorprendió porque era algo totalmente nuevo para mí y nada me hacía pensar que tal cosa pudiera ocurrir. Continué con la reunión, pero más tarde, cuando fui al baño, la hemorragia se presentó nuevamente. Oré para ver que mi salud estaba sostenida por Dios y que Él no había creado ninguna desarmonía que pudiera obstaculizar mis actividades normales.

Esa noche pareció quedar superado el contratiempo, pero al otro día la experiencia se repitió. Y a los pocos días, durante la noche, la situación se agudizó. Tres hemorragias seguidas me dejaron exhausto y perdí el conocimiento.

Cuando volví en mí, mi esposa se había comunicado con una practicista para solicitarle asistencia mediante la oración. Supe después que la practicista le aseguró en aquel momento que Dios gobernaba toda la situación, y le pidió que la llamara en quince minutos, con la seguridad de que la curación era inevitable. Cuando al cuarto de hora volvió a llamar, yo ya había recuperado el conocimiento y había dejado de sangrar. Me invadió una gran paz y sentí la enorme satisfacción de saber que los pasos que mi esposa había dado eran los correctos y que estaba recibiendo la atención adecuada, necesaria y oportuna. Sentí a Dios muy cerca de mí.

Quedé adormilado por un largo rato y aproximadamente una hora y media después pude tomar el teléfono y hablar yo mismo con la practicista. Compartimos la lectura de un párrafo escrito por Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud (pág. 151), que dice: “La sangre, el corazón, los pulmones, el cerebro, etc., no tienen nada que ver con la Vida, Dios. Toda función del hombre real está gobernada por la Mente divina. La mente humana no tiene poder para matar o sanar y no tiene dominio sobre el hombre de Dios”.

A la mañana siguiente pude desayunar. Fui recuperando rápidamente mis fuerzas y dos días después acompañé a mi familia a un balneario que queda a cierta distancia de donde residimos. Allí pasé un par de días con total normalidad, pudiendo incluso hacer una caminata hasta la playa. El progreso continuó y mi vida siguió como de costumbre.

Cabe agregar que esta experiencia ha fortalecido tremendamente mi absoluta convicción en la eficacia sanadora de la ley de Dios, tal como lo he aprendido desde mi niñez y comprobado innumerables veces. Y, por sobre todas las cosas, se hizo patente que el tratamiento de la Christian Science es siempre una asistencia adecuada y oportuna.

Estoy infinitamente agradecido por ser estudiante de la Christian Science y miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial en mi ciudad.


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