Yo Sentía que tenía muchas razones justificadas para odiar a mi padre. Él nunca hizo, ni por mí ni por mi hermano, ninguna de las cosas que hacen los padres. Maltrataba a mi madre y despilfarraba el ingreso familiar en alcohol y en juego. Y cuando mi madre murió, estuvo encantado de permitir que unos tíos criaran a sus dos hijos.
Afortunadamente, nunca lo odié realmente, pero tampoco sentí mucho afecto por él. Sin embargo, cuando era adolescente, me vi forzado a enfrentarlo. Un vez, a medianoche, estábamos solos en casa, cuando mi padre primero me asustó y luego me aterrorizó. Él estaba bajo la influencia del alcohol, adoptó una actitud amenazadora y trató de entrar por la fuerza. Si hubo algún momento en la vida que sentí que no tenía nada que ver con mi padre, fue en esa ocasión.
¿Qué podía hacer? ¿Ignorarlo? ¿Comenzar a discutir a los gritos? ¿Atrincherarme tras la puerta? ¿Llamar a la policía? En realidad hice algo muy diferente: me puse a orar. Cuando me fui a vivir con mis tíos, empecé a asistir a la Escuela Dominical de la Christian Science. Allí aprendí la realidad espiritual de la paternidad, esto es, que Dios es el Padre y la Madre de todos, incluso de mí, de mi hermano, de mis tíos y mi primo, de mi madre, incluso de mi padre.
Como padres necesitamos comprender nuestra relación con Dios.
En verdad creo que en ese instante di el primer paso para comprender cómo demonstrar un sentido más elevado de paternidad. Vislumbré que Dios, como Padre, es expresado por las cualidades espirituales de valor, fortaleza, protección, comprensión y amor. La agresividad animal, el deseo de ingerir sustancias nocivas, la irresponsabilidad, el temor, el desenfreno y la falta de amor, no son parte del hombre de la creación de Dios. Afirmé que este hecho era verdadero, no sólo para mí, sino también para mi padre. Esto me dio el valor para hablarle con firmeza, pero amorosamente, acerca de lo impropio de su comportamiento. Pronto se marchó, y ese fue el fin del problema.
Años después, me di cuenta de que actuaba así porque nunca había aprendido a ser un buen padre. Además, empecé a apreciarlo más, no debido al vínculo biológico, sino porque él era el hijo amado de Dios. Pero lo más interesante de todo fue que se me presentó la oportunidad de expresar la paternidad de una manera que nunca hubiera podido imaginar. Por ejemplo, aunque uno de mis hijos es biológico y el otro es adoptado, no hay ninguna diferencia en el trato que tengo hacia ellos, porque yo sé que Dios es el verdadero Padre de todos. En mi carrera como maestro en un internado, tengo la maravillosa responsabilidad de ser el "padre" de miles de jóvenes de cuarenta y siete países, de los cinco continentes.
La Christian Science nos ayuda a ser mejores padres. Por ejemplo, cuando Jesús empezó su oración con la frase "Padre nuestro que estás en los cielos", Mateo 6:9. expuso un hecho irrefutable, que tiene innumerables aplicaciones. Ciencia y Salud nos da la interpretación espiritual con estas palabras: "Nuestro Padre-Madre Dios, del todo armonioso".Ciencia y Salud, pág. 16. ¿Puede haber acaso una respuesta más sencilla al anhelo que tiene de la humanidad de tener familias sanas y lograr la hermandad universal, que comprender a fondo estas palabras y su profunda connotación espiritual?
El reconocer y aceptar que Dios es Padre-Madre, y comprender este hecho espiritualmente, nos inspira y libera. Lejos de disculpar a alguien por no cumplir con las obligaciones para con sus hijos, esta conciencia eleva nuestro sentido de responsabilidad porque elimina la carga y el temor de sentirse personalmente responsable de los demás. Por otro lado, nos alienta a comportarnos con responsabilidad, y a percibir que nuestro Padre celestial cuida eternamente de todos Sus hijos. Y cada uno de nosotros tiene esa misma capacidad de cuidar de los demás. Debemos expresar amor hacia todos los miembros de la familia, tanto la cercana como la universal. La Sra. Eddy escribe: "Con un mismo Padre, o sea Dios, todos en la familia humana serían hermanos; y con una Mente única, y siendo ésa Dios, o el bien, la hermandad del hombre consistiría de Amor y Verdad y tendría unidad de Principio y poder espiritual, que constituyen la Ciencia divina". Ibid., pág. 469.
Definir la paternidad o la maternidad simplemente en términos biológicos nos impone limitaciones, y nos somete a todos los caprichos del falso sentido de responsabilidad que el pensamiento humano nos quiere erróneamente atribuir. La paternidad y la maternidad de Dios no son algo distante, intelectual, teórico o filosófico. Son un hecho divino que es compasivo, demostrable y siempre presente. Es una ley divina que nos sana de todos los efectos discordantes que la paternidad humana pueda producir. Esto ciertamente me sanó y me reveló un sentido de paternidad mucho mayor que el que cualquier relación humana me hubiera podido dar.
Oíd, hijos, la enseñanza de un padre,
y estad atentos, para que conozcáis cordura.
Porque os doy buena enseñanza;
no desamparéis mi ley...
guarda mis mandamientos y vivirás.
Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia;
no te olvides ni te apartes
de las razones de mi boca...
Retén el consejo, no lo dejes;
guárdalo, porque eso es tu vida...
El camino de los impíos es como la oscuridad...
Mas la senda de los justos
es como la luz de la aurora,
que va en aumento
hasta que el día es perfecto.
Proverbios 4:1,2, 4,13, 19, 18
