Recordar y olvidar son dos conceptos importantes, pero es fundamental determinar exactamente qué deberíamos recordar y qué deberíamos olvidar.
La Christian Science es muy útil porque ayuda a resolver la cuestión de manera práctica. Por ejemplo, Ciencia y Salud dice: "Los resultados de dolor o de placer tienen que provenir de la mente, y como un guardián que abandona su puesto admitimos la creencia intrusa, olvidando que con la ayuda divina podemos prohibirle la entrada".Ciencia y Salud, pág. 392. Este olvido no tiene razón de ser.
Ya sea que hayamos conocido la Christian Science recientemente, o que seamos estudiantes desde hace mucho tiempo, es necesario estudiar sus enseñanzas a menudo y con detenimiento. En parte porque tendemos a olvidar sus puntos esenciales. Por más buenas intenciones que tengamos, el trajín de la vida moderna muchas veces nos hace olvidar las verdades espirituales que esta Ciencia enseña. Entre ellas, que en la materia no hay inteligencia ni identidad, y que somos espirituales y perpetuamente perfectos, porque somos linaje de Dios. No obstante, como Dios es la Mente que todo lo sabe, Su saber está con nosotros permanentemente, y esos pensamientos científicos son ciertos en este momento y para siempre. El hecho de que a veces los perdamos de vista, y nuestra percepción de ellos se empañe, no altera su validez. Cuando los recordamos, nuevamente nos damos cuenta del poder que tienen.
Hay algunos conceptos que es necesario tener bien en claro para poder crecer espiritualmente. Entre ellos, que la voluntad divina es suprema y que no hay voluntad mortal; que el Espíritu es infinito, que nuestro verdadero yo es eterno, y que Dios es omnipotente. Estos hechos son verdaderos para toda la eternidad. No debemos permitir que las actividades diarias nos distraigan y nos impidan recordarlos. Si en algún momento parecemos sufrir de amnesia espiritual, la podemos eliminar sabiendo que nunca perdemos de vista la inteligencia divina.
El estudio regular de la Christian Science hace que estemos conscientes de que no existe ningún poder malévolo que nos pueda derribar y atraernos hacia él. Vale la pena recordar esto y neutralizar toda sugestión de que alguna faceta del mal pueda tener autoridad sobre nosotros, sabiendo que estamos unidos a Dios y que en Él estamos seguros. A veces puede que algún pensamiento insistente sugiera que nuestra vida y nuestro ser están apartados de Dios, pero si recordamos las verdades fundamentales y las aplicamos, no aceptaremos esa mentira.
Este estatuto del Manual de La Iglesia Madre, escrito por la Sra. Eddy, nos puede ayudar a olvidar menos y recordar más lo que debemos recordar: "Será deber de todo miembro de esta Iglesia defenderse a diario de toda sugestión mental agresiva, y no dejarse inducir a olvido o negligencia en cuanto a su deber para con Dios, para con su Guía y para con la humanidad".Manual, Art. VIII, Sec. 6. En algunas ocasiones no es que olvidemos algo por descuido, sino que puede que seamos inducidos a hacerlo.
El olvido puede aparecer cuando estamos distraídos y el pensamiento anda divagando. Cuando soñamos despiertos, o hablamos largamente por teléfono de cosas sin importancia, no estamos afianzando nuestro pensamiento en el Espíritu. Si miramos excesivamente la televisión, no nos queda tiempo para contemplar la realidad espiritual.
Cuando tenemos la impresión de que nuestro pensamiento y nuestra vida está en desorden, y que estamos perdiendo el tiempo y las oportunidades, ¡hagamos algo al respecto! Rechacemos el argumento del pensamiento mortal que nos dice que la mente está en la materia, y declaremos que la Mente, Dios, es realmente nuestra única Mente.
Podemos hacer lo mismo cuando notamos que nuestras prioridades están cambiando, o sea, que las cosas que deberíamos hacer primero, las estamos haciendo al final o de plano no las estamos haciendo. O estamos haciendo primero cosas que no importaría si nunca las hiciéramos. No siempre cambiamos nuestras prioridades de manera consciente, sino que es el pensamiento humano el que nos induce a hacer tal inversión. Una vez que ponemos al descubierto y negamos sus maquinaciones, podemos recordar que estamos siempre bajo la dirección y el orden de Dios, el Principio omnipresente.
En cierto sentido, el sanador en la Christian Science tiene la labor de recordarnos lo esencial. Cuando llamamos a un practicista para que ore por nosotros, a menudo nos guía a aferrarnos a las grandes verdades de la Ciencia respecto a la integridad que Dios nos ha dado, y a no olvidarnos de ellas. Puede que no sólo nos recuerde las verdades espirituales, sino también por qué no podemos olvidarlas. Como resultado encontramos la paz mental que buscamos, y sanamos.
El entender claramente los conceptos de recordar y olvidar puede ser muy práctico tanto en las cosas pequeñas como en las grandes, como se indica en esta observación de Ciencia y Salud: "Decís que la indigestión, el cansancio o el insomnio causan desórdenes de estómago y dolores de cabeza. Consultáis entonces vuestro cerebro para recordar qué os ha hecho daño, cuando vuestro remedio consiste en olvidar todo eso; pues la materia no tiene sensación propia, y la mente humana es lo único que puede causar dolor".Ciencia y Salud, pág. 165. La cuestión importante es: qué olvidar o qué recordar.
Bien podríamos olvidar muchos de los incidentes sobre los que pensamos repetidamente, ya que son triviales, en lugar de darles una importancia que no tienen. Lo mismo ocurre con los pequeños resentimientos que puedan haber surgido durante la semana. Muchas veces el remedio consiste en olvidar todo el asunto, y no darle más vueltas.
Pablo nos sugiere cómo hacerlo cuando dice: "...olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús". Filipenses 3:13, 14.
Recordar y olvidar son conceptos humanos útiles. Cuando los aplicamos a nuestro progreso espiritual, nos pueden ayudar a vigilar nuestro punto de vista y a filtrar nuestros pensamientos.
En realidad, la Mente verdadera, Dios, no olvida ni recuerda. Ella sabe que su propio ser es eterno y su creación perfecta, y nosotros reflejamos lo que la Mente sabe. Aquí no hay olvido ni recuerdos humanos. No hay ninguna conciencia de materia, mortalidad, personalidad, temor, o falta de armonía, sólo la conciencia revelada de ideas puras e inteligentes.
Este saber nunca depende del cerebro, y no está propenso a fallar o a decaer. Todos tenemos la capacidad de demostrarlo, y lo hacemos cuando estamos alertas para detectar lo que deberíamos saber y recordar, y ponemos al descubierto y olvidamos las sugestiones del pensamiento mortal. Para lograrlo hay que comprender y aceptar que nuestra identidad es el reflejo de la Mente, Dios. Y por ser Su expresión sólo podemos estar conscientes de lo que es real y bueno.
