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La verdadera intimidad

Del número de septiembre de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Journal


¿Qué Significa estar íntimamente relacionados con una persona? Significa mantener una relación estrecha, cordial, en la cual nos sentimos seguros, amados, capaces de expresar amor y actuar con naturalidad.

En la obra Soul Mates (Compañeros del Alma), Thomas Moore dice: “Para poder cultivar la intimidad debemos encontrar formas de expresión que procedan del alma y lleguen a ella”.Soul Mates: Honoring the Mysteries of Love and Relationship (New York, Harper Collins, 1994) pág. 116. El resultado de esta clase de intimidad es positivo y satisfactorio para ambas partes. El matrimonio brinda la oportunidad de cultivar esa clase de intimidad, pero no la garantiza. Los libros, los programas de radio y TV y los sermones sobre este tema de la intimidad — y ni qué decir de las estadísticas de divorcio — son una indicación de que la gente procura tener relaciones más intimas y satisfactorias.

Mi esposo y yo aprendimos algunas lecciones sobre intimidad en circunstancias muy difíciles, que impusieron límites a nuestras relaciones íntimas y nos obligaron a profundizar nuestro entendimiento de lo que verdaderamente significa la intimidad.

Por más cerca que deseábamos estar el uno del otro, vimos que ante todo debíamos estar más cerca de Dios.

Durante más de dos años padecí de una enfermedad grave. Finalmente, sané orando de la forma que enseña la Christian Science y a través del conocimiento de Dios y de mi relación con Él. Leyendo Ciencia y Salud aprendí que mi vida está en Dios. Mi esposo y yo estamos muy agradecidos por este libro y por mi total restablecimiento. Además, nos sentimos agradecidos por la experiencia vivida, que, si bien fue todo un desafío, nos transformó individualmente y como pareja. Nos permitió alcanzar un sentido más profundo e íntimo de nuestra relación con Dios, y nos demostró que debíamos expresar más amor e intimidad el uno con el otro.

Mientras estuve enferma, no tenía deseos ni capacidad para tener relaciones sexuales. Durante ese tiempo, mi esposo se mostró muy comprensivo, por lo cual estoy agradecida. Si bien la experiencia no fue fácil para ninguno de los dos, nuestra relación se fortaleció debido a ella. A veces, de madrugada, cuando no podía dormir, mi esposo se acostaba a mi lado y me cantaba himnos. Otras veces, le pedía simplemente que me hablara y entonces él me contaba historias amenas y divertidas. También solíamos hacernos confidencias, nos expresábamos el amor mutuo que sentíamos, y orábamos juntos.

Leemos en Ciencia y Salud: “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que todas las cosas son posibles para Dios — una comprensión espiritual de Él, un amor desinteresado”.Ciencia y Salud, pág. 1. De modo que oramos con más devoción que nunca para comprender el poder infinito de Dios y cómo ese poder se podía manifestar en nuestra vida.

En un momento dado sentí que me estaba muriendo, pero el tierno cuidado de mi esposo me infundió un sentido de vida muy poderoso. Él hizo que yo quisiera luchar por vivir y me dio esperanza. En la más difícil de las circunstancias, llegamos a esta conclusión: “El matrimonio debiera significar una unión de corazones”. Ibid, pág. 64. Nuestros corazones estaban realmente unidos.

Por medio de esta experiencia, nos estábamos uniendo íntimamente en lo más profundo de nuestro ser, allí de donde procede nuestro entendimiento más elevado del amor. Al orar juntos para comprender nuestra relación con Dios, fue evidente que la calidad de nuestra vida estaba directamente relacionada con la calidad de nuestro amor. Pero sabíamos que necesitábamos más que amor humano. Es el amor de Dios el que da vida. Por más cerca que deseábamos estar el uno del otro, vimos que ante todo debíamos estar más cerca de Dios. A menudo, simplemente nos abrazábamos y orábamos para comprender el amor que Dios sentía por cada uno de nosotros. A veces cantábamos el himno de la Sra. Eddy que dice en parte: “Tú, que esperanza a todos das,/ nos libras del rencor./ Tu amor la vida es en verdad,/ pues Vida es sólo Amor...” Himno N° 30 del Himnario de la Christian Science.

Juntos reconocíamos quiénes somos realmente como los amados hijos de Dios: completamente buenos y espirituales, saludables y afectuosos por naturaleza, inseparables de Dios, que es Amor. Nos esforzábamos por comprender y vivir la Ciencia del Cristo que saca a luz la íntima relación que cada uno de nosotros tiene con Dios. Al hacer esto, pudimos ser nosotros mismos. Nos sentimos seguros y confiados en el amor que Dios tiene por nosotros y en el amor que cada uno de nosotros sentía por el otro.

Durante esa época, aprendimos lecciones que jamás olvidaremos. Aprendimos que la verdadera intimidad va más allá del mero contacto físico, hacia la unicidad que cada uno de nosotros tiene con la fuente de todo amor, Dios. Y aprendimos que esta intimidad con Dios es lo que hace posible que expresemos un amor más enriquecedor el uno por el otro, un amor que es desinteresado, honesto, incondicional y fuerte. Esas lecciones continúan definiendo el amor que nos profesamos mutuamente. Y no tengo dudas de que nuestro amor es hoy más profundo debido a esa experiencia.

Ciencia y Salud declara: ‘“Dios es Amor’. Más que eso no podemos pedir, más alto no podemos mirar, más allá no podemos ir”.Ciencia y Salud, pág. 6. Mi esposo y yo comprobamos que ésa es una base muy práctica sobre la cual edificar nuestra relación íntima.

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