Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Mi viaje a Rusia

Del número de septiembre de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Este Año tuve la oportunidad de ir a Rusia. Pasé la mayor parte del tiempo en San Petersburgo, y un fin de semana en Moscú. Vivía con un hombre mayor y su esposa. Ellos tenían dos hijos ya adultos con sus propias familias; una gente maravillosa.

Mi “madre” rusa no hablaba inglés y mi “padre” ruso sabía un poco. Estaba viviendo en los límites de la ciudad, de manera que tenía que tomar el metro o el autobús para ir al centro a ver a mis amigos y asistir a la escuela por la mañana. A veces me quedaba hasta tarde, así que tenía que caminar por una calle muy poco alumbrada que tenía un cementerio de un lado y oscuros edificios del otro.

Una noche me perdí tratando de encontrar el metro. Y en el poco ruso que sabía le pedí indicaciones a una señora. Pronto estaba de camino, sin estar muy segura de haber entendido sus instrucciones. Pero yo sabía que un ángel — un pensamiento de Dios — me había guiado a preguntarle a esa señora y él mismo me guiaría hasta la estación del metro. Crucé el puente, y estaba por doblar a la izquierda, cuando escuché que alguien me llamaba a los gristos. Yo le había dicho a esa señora mi nombre, y un niño vino corriendo hacia mí y me dijo en ruso: “Esa señora de allí dice que debes doblar hacia el otro lado”. Pienso que me había seguido para asegurarse de que llegara a la estación.

Cuando caminaba de la estación hacia mi casa, canté muchos himnos del Himnario de la Christian Science. La última estrofa de uno de ellos dice así: "“Hijo eres de Verdad,/ de puro corazón;/ y humilde habrás de andar/ la senda del Señor” (No 382). Recuerdo que caminaba por la ciudad y pensaba que las personas eran hijas verdaderas y honestas de Dios. Luego, un día comprendí que eso me incluía a mí también. Me di cuenta de que podía caminar por la ciudad sin que me molestaran o provocaran, porque todos tenemos corazones puros y no tenemos móviles e intenciones equivocadas.

Y cuando percibía que había mucha pobreza o actos desapercibidos de delincuencia, pensaba en la segunda estrofa de otro himno que dice: “Amor, refugio nuestro, no he de creer el lazo que nos pueda hacer caer” (No 207). Y también pensaba en la gente de la ciudad, sabiendo que si los veía como hijos de Dios, ellos podrían comenzar a verse a sí mismos de mejor manera también.

Cuando regresé a casa en los Estados Unidos, di charlas sobre Rusia a Chicos de mi escuela durante las vacaciones de primavera. Y pude ver que no tenían ningún prejuicio ni desconfianza contra los rusos, como algunos adultos lo tienen. Antes, cuando les decía que me iba a Rusia, me preguntaban para qué quería ir allá. Pero luego, cuando se lo contaba a uno de quince años, exclamaba: “Uahu, ¡qué chévere!”

El amor que manifestaron los rusos hacia mí y hacia los otros chicos, trascendió completamente todas las limitaciones históricas y culturales. Creo que ésa es la lección más grande que obtuve, y estoy muy agradecida.

El Heraldo para Teens Noviembre ya casi está aquí, y eso quiere decir que pronto recibirán el Heraldo para jóvenes. Nuestro tercer número para teens ya está en la imprenta. Una vez más, confiamos en que disfrutarán de las colaboraciones sinceras e interesantes de jóvenes de todo el mundo que ponen en práctica lo que saben de Dios.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / septiembre de 2001

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.