¡Cuánta Gente puede hoy ratificar la eficacia del Padre Nuestro! La idea de un Padre universal que, sin distinción de razas o credos, cuida y protege a cada uno de Sus queridos hijos, ha sido demostrada en innumerables oportunidades.
Los programas de televisión y las noticias “rojas” en los periódicos sobre terrorismo, secuestros y crímenes, puede que causen temor a la gente. Y en momentos de peligro, puede que algunos piensen que Dios no está por ningún lado. Pero Dios está siempre con nosotros. Mucha gente que ha enfrentado situaciones de peligro o enfermedades graves, al poner su fe y confianza en Dios pudo encontrar la seguridad y salud que necesitaba. También yo pude comprobar esto.
En más de 20 años de vivir en la privada donde tengo mi hogar, jamás había entrado nadie a robar, hasta que hace unos tres años, una camioneta con vidrios polarizados se estacionó frente a la puerta de mi domicilio. A nadie le pareció extraño, ya que enfrente hay unas oficinas, y constantemente utilizan el espacio para esperar a personas que salen o entran de ella.
En mi casa sólo nos encontrábamos el hijo del jardinero y yo, puesto que la muchacha que me ayuda con los quehaceres había salido a hacer unas compras. Cuando el jardinero tocó a la puerta, vi que era él y le pedí a su hijo que abriera. Pero detrás de él entraron dos personas. Con un golpe lo sometieron, y uno de ellos vino hacia mí diciéndome que era un asalto, que no gritara y que me dejara atar.
Dejé que lo hiciera, y con tranquilidad le dije que un hijo de Dios no roba. Contestó que era su trabajo y que no me harían daño si cooperaba. Le dije que se fueran, porque nosotros tampoco queríamos hacerles ningún daño. Me vendó los ojos, me amordazó, ató mis manos atrás y me hincó contra el sillón, poniéndome la pistola en la nuca y pidiéndome que le entregara las joyas. Me encogí de hombros haciéndole notar que no sabía de qué joyas estaba hablando.
A todo esto, la otra persona obligó al jardinero y a su hijo a que se acostaran en la alfombra cerca de mí. Aunque yo estaba amordazada, podía hablar, pues tenía la venda entre los dientes. Al percibir que el jardinero estaba a mi lado empecé a decir: “Dios está con nosotros”... “Dios está con nosotros”, y luego dije el Padre Nuestro.
Los ruidos indicaban que estaban registrando toda la casa. Luego vino el asaltante, me amenazó, poniéndome la pistola en la cabeza, y me preguntó si la muchacha traía llaves. Le dije que sí, a la vez que oía el ruido de un radio transmisor. Continué en voz alta la oración del Padre Nuestro. El asaltante me pidió que dejara de hablar porque estaba poniendo nervioso a su compañero, al tiempo que llenaba con más trapos mi boca.
Oí que se abría la puerta. Otro asaltante traía a la muchacha con un cuchillo en su espalda, según me relató posteriormente, ya que yo no podía ver nada.
Aunque ya mi oración del Padre Nuestro no era audible, continúe afirmando que Dios estaba con nosotros, lo que me dio la seguridad de que el Todopoderoso estaba obrando.
Transcurrieron unos minutos y se oyó nuevamente el radio transmisor, posiblemente de otra persona que estaba afuera, e instantes después los asaltantes salieron huyendo.
Aún no sabemos qué los asustó. El robo fue mínimo, pues sólo se llevaron el efectivo que estaba a la mano. Las joyas que encontraron las dejaron sobre la cama, supongo que fue porque no eran del valor que ellos pretendían.
Después, cuando las autoridades vinieron a levantar el acta y hacer las averiguaciones correspondientes, me dijeron que me veían tranquila, a pesar del susto que nos habían dado. Les expliqué que la mayor riqueza que se encontraba en mi casa eran mis libros, la Biblia y Ciencia y Salud, y eso no pareció interesarle a los asaltantes. Les relaté lo ocurrido en detalle y me dijeron que la actitud que había asumido había ayudado mucho a todos.
Al recordar lo ocurrido, me doy cuenta de que en realidad no tuve temor. El asaltante parecía estar más asustado que yo, pues al entrar en la sala le temblaba la voz. Eso, me hizo sentir gran ternura hacia él.
Fue el “mirar con compasión” (Mateo 6:12) como lo hacía Cristo Jesús que me dio el valor para conversar unos momentos con él y decirle que no era correcto lo que estaba haciendo, y que se fueran porque nosotros no queríamos hacerles daño. Tampoco temí que jalara del gatillo, cuando varias veces apuntó a mi cabeza. Y me enterneció que mi oración del Padre Nuestro lo haya puesto nervioso.
En los días posteriores, oré por mí y por ellos, reconociendo al hombre espiritual y verdadero que Dios creó, perdonando “...nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. El siguiente versículo bíblico me ayudó a verlos con amor: “Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz” (Núm. 6:24-26).
Como consecuencia de esta experiencia, mi muchacha se sintió más convencida de los conocimientos que había adquirido de la Christian Science, y el jardinero y su hijo asisten a los servicios de nuestra iglesia filial; además este último ha traído a su pequeña hija a la Escuela Dominical.
La Sra. Eddy escribe en el capítulo “La oración” de Ciencia y Salud: “Nuestro Maestro dijo: ‘Vosotros, pues, oraréis así’, y luego dio esa oración que abarca todas las necesidades humanas” (pág. 16). ¡Cuánta bendición es tener un “Padre Nuestro” como el que tenemos!
México, D.F. México