“Tu individualidad es uno de los dones más preciados que tienes. Es algo que te pertenece y que nadie te puede quitar”. Estas palabras fueron muy importantes para mí cuando era joven y cuestionaba mi propio valor. Había estado batallando conmigo misma para mantener un concepto propio que muchas veces era definido por lo que decían los demás. Hasta que un día me di cuenta de que me había embarcado en una campaña en defensa de la individualidad que a menudo tenía visos de rebelión. Como resultado, no lograba tener un sentido claro de mi autovalía, ni de mi propósito y lugar en la vida. Mi pensamiento tenía que cambiar radicalmente.
El cambio comenzó a producirse, a medida que fui comprendiendo que toda la creación refleja al único Principio divino, llamado Dios. El Principio es infinito, por eso se expresa infinitamente en un sinnúmero de formas. Comenzamos a vislumbrar esa diversidad cuando observamos que no hay dos copos de nieve, dos rosas ni dos personas exactamente iguales. Mary Baker Eddy explica así este hecho de la creación de Dios: “La identidad es el reflejo del Espíritu, el reflejo en formas múltiples y variadas del Principio viviente, el Amor. El Alma es la sustancia, Vida e inteligencia del hombre, que está individualizada pero no en la materia”.Ciencia y Salud, pág. 477.
Cuando uno camina por la playa recogiendo caracoles, granos de arena, y trozos de vidrio esmerilados por el continuo vaivén de las olas, descubre que realmente no hay dos caracoles, dos granos de arena ni dos trozos de vidrio que sean idénticos. Siempre hay algo que los diferencia, aun si son de tamaño y color similares. Esto ilustra, en pequeña escala, la infinita individualidad de las ideas de Dios. Dios no es reiterativo. No necesita duplicar una idea para asegurarse de que todos la conozcan o para demostrar que esta vez le salió bien. Lo que sí requiere Dios es que toda Su creación exprese Su naturaleza ilimitada, por lo cual, cada idea individual es igualmente importante para Él.
En consecuencia, la individualidad es la forma espiritual y diferente en que cada uno expresa inteligencia, amor, vida, belleza y demás. Esto significa que, como hijos de Dios, nuestra individualidad es de esencial importancia para la creación espiritual. Aunque todos expresamos el Amor divino en la misma medida, no hay dos que lo hagamos de la misma forma. Aun así, formamos parte de una sola creación, que no estaría completa si faltase uno de nosotros. Pablo dice: “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo”. 1 Corintios 12:4. Todos tenemos el mismo origen, la misma Vida y Amor divinos, pero cada uno de nosotros expresa la Vida y el Amor en forma individual y única. En ocasiones Van Gogh y Gauguin pintaban juntos, a veces incluso el mismo paisaje, pero la obra de uno no se podría confundir con la del otro.
La individualidad tiene una base espiritual, mientras que la base de la personalidad es material. La personalidad humana está directamente relacionada con el cuerpo material y todas sus limitaciones. Ésta es la diferencia esencial entre la personalidad y la individualidad. El libro Ciencia y Salud establece que: “La personalidad no es la individualidad del hombre. Un hombre malvado puede tener una personalidad atrayente”.Ciencia ySalud, pág. 491. La individualidad espiritual termina con el pensamiento limitado que pretende mantenernos aprisionados. Por otro lado, la personalidad nos encadena a las leyes engañosas de la materia, relacionadas con la herencia, el temperamento, el ambiente, etc., que nos impiden crecer espiritualmente y expresar con plenitud nuestra individualidad derivada de Dios.
Todos conocemos variadas clases de personalidades, algunas muy atractivas y otras todo lo contrario.
Es probable que hayamos tratado de eliminar ciertos rasgos de nuestro propio carácter — testarudez, arrogancia, hosquedad, depresión, dogmatismo, timidez. O quizás nos hayamos identificado con tendencias negativas, creyendo que definen quiénes somos. Algunas veces esa identificación falsa es reforzada por la creencia de que debemos luchar para ser reconocidos, y que el éxito final de esa contienda nos da la capacidad de expresarnos mejor.
Desde una base absoluta, no podemos evitar ser expresiones individuales del único Dios, que es perfecto. No tenemos necesidad de pelear por ella, simplemente debemos elevar nuestro pensamiento por encima del concepto limitado que tenemos de nosotros mismos, con el fin de entender nuestra individualidad espiritual y perfecta. Un diccionario relaciona el término individualidad con la palabra indivisible. La individualidad del hombre incluye su inseparabilidad de Dios, el único Principio individual que se expresa a través de ideas infinitas. Nadie supo esto mejor que Cristo Jesús, quien declaró este hecho al decir: “Yo y el Padre uno somos”. Juan 10:30. El poeta Walt Whitman dijo acerca de él: “Jesús expresó su (propia) individualidad quizás más que cualquier otro hombre que conozcamos, y de esta manera tuvo mayor influencia que cualquier otra persona”.Complete Writings of Elbert Hubbard, Vol. 1 (East Aurora, New York: The Roycroft Shop, 1908), págs. 271 — 272.
Todos podemos descubrir nuestra individualidad, entendiendo más la existencia verdadera del hombre en unicidad con el Principio que lo gobierna, y desechando las creencias basadas en la materia, que nos limitan constantemente. Ciencia y Salud dice que al hacerlo tenemos la siguiente promesa: “Ese concepto científico del ser, que abandona la materia por el Espíritu, de ningún modo sugiere la absorción del hombre en la Deidad y la pérdida de su identidad, sino que confiere al hombre una individualidad más amplia, una esfera de pensamiento y acción más extensa, un amor más expansivo, una paz más elevada y más permanente”.Ciencia y Salud, pág. 265.
Esta individualidad no puede perderse en el hombre, así como una nota no se puede perder en la música o un número en las matemáticas. En música, el Do tiene su lugar y su propósito para siempre. No importa cuántas cuerdas de violín se rompan ejecutando esta nota, al Do no se le puede quitar su valor. No está compitiendo para mantener su lugar, ni nadie lo puede desplazar. Es de esencial importancia para la música.
Hace unos anos, un estudiante universitario venía con frecuencia a nuestra casa para practicar en el piano. Un día, mientras tocaba con entusiasmo, se rompió una de las cuerdas de las notas más graves. Dado que con mi habilidad como pianista no uso más que tres octavas, ni me preocupé en arreglar la cuerda. Cuando el joven volvió a mi casa, quedó consternado al comprobar que la cuerda no había sido reparad, y dijo que no tenía ningún sentido tocar en esas condiciones ya que la falta de esa nota afectaría cualquier composición musical que ejecutara.
Cada idea es esencial en el contexto total de la creación de Dios y por lo tanto debe ser eterna. Si una sola idea fuere eliminada, Dios ya no sería completo y el Principio dejaría de actuar: no habría Principio. Por cierto que esto es imposible ya que el Principio es eternamente completo y sostiene a cada idea en esa perfección. No puede haber ideas que compitan entre sí, porque cada una tiene un propósito definido por Dios para toda la eternidad. Este propósito y lugar constituyen el valor del hombre. Pablo describe esto muy elocuentemente en su epístola a los Corintios: “Tantas clases de idiomas hay, seguramente, en el mundo, y ninguno de ellos carece de significado”. 1 Corintios 14:10.