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Sana de un forúnculo

Del número de septiembre de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En El Otoño de 1990 tuve una inflamación muy dolorosa que me impedía sentarme normalmente. A la mitad de la semana, la inflamación se había transformado súbitamente en un molesto forúnculo que ahora ocupaba toda mi atención. Yo sabía que este problema podía ser sanado por medio de la Christian Science, pero el dolor era muy convincente. Todo me resultaba muy doloroso, incluso estar sentada.

Cuando estaba parada o acostada trataba de orar, de afirmar mi unidad con Dios, pero constantemente venían a mi pensamiento preguntas como ésta: ¿Por qué me está pasando esto a mí? ¿Cuál fue mi error? ¿Por qué no puedo entender mejor que el hombre es una idea espiritual? Esta última pregunta me deprimía mucho. Me hacía pensar que yo era totalmente material. Entonces pensé en el término forúnculo, y recordé que ante Dios no puede existir ninguna inflamación. Nada impío, malo o falso, puede irritarme o atormentarme. Esto hizo que mi pensamiento se dirigiera en la dirección correcta.

A través de todo ese cuestionamiento, esas quejas y dudas, se insinuaba el deseo sincero de escuchar a Dios lo mejor que pudiera, de confiar más en Su poder y cumplir con mis obligaciones diarias sin vacilación. Evitaba sentarme y nadie notó nada fuera de lo normal. Mi esposo era el único que conocía mi situación y me apoyó con pensamientos que mantenían mi pureza y mi perfección en Dios.

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