El hombre es de Dios el hijo bienamado
en quien el Padre tiene complacencia,Mateo 3:17.
a la imagen divina conformado
para que fuese del Alma refulgencia,
y de la Vida heredase la existencia
armoniosa y sin fin del ser glorificado.
La Mente delineó sus formas divinales,
el Espíritu le ornó con gracias inmortales,
y el Amor le concedió —¡dádiva inmensa!—
la ventura de amar y ser amado
como la clara y única evidencia
del tierno Padre-Madre reflejado.
¿Su grandeza alcanzar? ¡Meta anhelada!
Mas, ¿cómo lograrla
sino yendo del Cristo tras la huella?
Es Jesús — el Maestro que descuella
por su entrega de amor inigualada —,
aquél en quien debemos fijar nuestra mirada,
ver la senda que abrió, ¡y andar por ella!
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