Cuando yo era chica, siempre se les decía a los niños que tenían que tragarse las lágrimas. Se pensaba que llorar era un signo de debilidad o malos modales. Era algo muy injusto. ¿Acaso los niños, al igual que los adultos, no necesitan consuelo cuando están tristes? ¿Qué ganamos al tragarnos nuestras lágrimas y ocultar nuestra tristeza? La sociedad muchas veces exige que la gente oculte sus sentimientos y se vea feliz o demuestre valentía.
Pero está bien llorar. Tragarse las lágrimas no soluciona el problema. Hay que enfrentar la dificultad que las causó y eliminar la tristeza. Es necesario superarla, no disfrazarla.
Mucha gente considera que uno puede encontrar alegría bajo circunstancias muy difíciles, orando a Dios en busca de alivio. Otros hacen una búsqueda interior que les permite decir, incluso en medio de la tormenta, "Todo está bien. Todo va a salir bien". Eso también es oración, que es respondida por el Principio que gobierna todo el universo, o sea el Amor omnipresente.
Siempre hay un momento en el que podemos comenzar a orar, aunque a veces casi no lo percibamos. Esto genera un poco de alegría realmente genuina. Y ese poco es una base muy fuerte donde comenzar a superar la tristeza. Podemos empezar nuestra oración reconociendo que ya existe algo bueno.
En una ocasión, yo estaba cuidando de un familiar que había estado enfermo por muchos meses y dependía totalmente de mí. Era una situación difícil de enfrentar, todos los días, sola. Me sentía triste y con una enorme carga sobre los hombros. Ansiaba tener algún momento de alegría. Todas las tardes me sentaba en la sala de mi casa, y comenzaba a llorar. Buscaba sentir la presencia de la Vida, porque incluso entonces había un Principio que lo gobernaba todo. Yo estaba consciente de que Dios era ese Principio, de que la Vida era un punto de partida firme, al que me podía aferrar.
Y desde lo profundo de ese reconocimiento tuve la intuición de que podía encontrar alivio en algo que me gustara, aunque en ese momento no parecía haber nada que pudiera disfrutar. Yo sabía que ese mensaje venía del Principio, de la Vida, de Dios. Allí mismo, en medio de mi tristeza, empecé a encontrar una realidad espiritual. Una realidad que Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, describe como "la verdad científica en todas las cosas".Ciencia y Salud, pág. 207. Aunque fue un pensamiento abstracto, me ayudó mucho. Fue como un rayo de esperanza, una señal de que había una salida al final del túnel. Había comenzado a encontrar la fortaleza que necesitaba para seguir adelante.
Por aquel tiempo, una de las plantas de mi sala tenía constantemente brotes nuevos. Y al sentarme allí todas las tardes, comencé a reconocer la belleza de cada hoja nueva. Había encontrado algo que me daba breves vislumbres de alegría. Me ayudó a seguir adelante y a enfrentar la situación, mientras este querido familiar comenzaba a dar pequeñas señales de progreso. Poco a poco, pero de manera constante, sentimos la alegría de ver que se recuperaba por completo, tras lo cual vendrían muchos años de actividad y servicio.
La Christian Science enseña que la tristeza se puede transformar en gozo, cuando reconocemos que la felicidad se deleita en la verdad espiritual, es decir, en aquello que es espiritualmente verdadero. Entonces encontramos la forma de revertir la situación enojosa. Las condiciones cambian, y la alegría se pone a nuestro alcance porque comprendemos que en la realidad espiritual no existe separación ni espacio entre nosotros y el Principio de todo ser.
En la Biblia, un escritor del Nuevo Testamento dijo: "Pedís, y no recibís, porque pedís mal". Santiago 4:3. Pero Jesús dijo: "Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido". Juan 16:24. Estas palabras no se contradicen. La oración que no pide cosas, sino que desea comprender la realidad espiritual, es plenamente respondida. Las lágrimas ya no producen vergüenza, y no es necesario tragarlas, sino simplemente enjugarlas.