¿Has Estado alguna vez esperando escuchar algo que te interesaba en la radio o en la televisión, para luego, cuando ya está por terminar, darte cuenta de que te lo perdiste porque estabas pensando en otra cosa? Hace tiempo que trato de comparar esto con escuchar a Dios. He leído muchos artículos en esta revista y en otras, sobre gente que se ha despertado durante la noche con una gran necesidad de orar por algo en particular. Ellos escucharon, oraron, y después se enteraron de que sus oraciones habían ayudado a alguien. Muchas veces yo me preguntaba por qué esto nunca me había sucedido a mí.
Puede que yo haya estado tan ocupada en otras cosas, que esos llamados importantes me hayan parecido una interferencia, y los ignoré. Pero una noche, después de acostarme, no podía conciliar el sueño porque sentía temor de un robo. Al principio no le hice caso a esta intuición porque tenía muchas otras cosas en que pensar, y no tenía tiempo para ese miedo aparentemente infundado. Entonces, comprendí que la manera más eficaz de enfrentarlo era orar.
Pasé varias horas reconociendo muchas de las verdades que había aprendido con mi estudio de la Christian Science. Entre las ideas que me vinieron al pensamiento, estaban éstas: la creación de Dios es buena porque Él así la hizo, y esto nos incluye a todos, sin excepción. Todos tenemos la capacidad de escuchar a Dios. Todos Lo reflejamos, y por ende, sólo podemos hacer el bien. Nadie puede desear nada, sino lo que Dios le da, y podemos estar seguros de que Dios nos da todo lo que necesitemos a cada momento. Por lo tanto, no hay razón para que alguien tenga el deseo de robar o lastimar a otra persona.
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