Conocí la Christian Science a través de una sobrina que me prestó el libro Ciencia y Salud.
Por aquella época sufría de vértigos que me estaban causando invalidez. El síndrome era de artrosis y una enfermedad llamada pico de loro en la cervical. El diagnóstico del médico fue que se trataba de una enfermedad incurable. Casi al borde de la desesperación, le pedí a una practicista de la Christian Science que orara por mí. Al cabo de unas horas me di cuenta de que ya no tenía dolor y podía caminar normalmente. El restablecimiento se fue produciendo día a día, y la curación ha sido permanente.
Estoy tan agradecida de poder atestiguar el poder de la Christian Science, que doy gracias a Dios con todo mi corazón.
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