Hace unos meses, estaba en la casa de mi hijo ayudando en la cocina, cuando abrí un cajón grande lleno de latas y otros víveres. Pero lo hice con tanta fuerza, que todo el cajón — que estaba muy pesado — se me cayó en el pie, que no tenía calzado. El dolor era terrible, y mi pie de inmediato empezó a inflamarse y a cambiar de color.
Gritaba de dolor, cuando recordé una declaración de Ciencia y Salud, que dice: "Cuando ocurre un accidente pensáis o exclamáis: '¡Estoy lesionado!' Vuestro pensamiento es más poderoso que vuestras palabras, más poderoso que el accidente en sí, como para hacer real la lesión.
"Invertid ahora el procedimiento. Declarad que no estáis lesionados y comprended el porqué, y veréis que los buenos efectos resultantes estarán en proporción exacta a vuestro descreimiento en la física y a vuestra fidelidad a la metafísica divina, vuestra confianza en que Dios es Todo, según declaran las Escrituras que es" (pág. 397).
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