Conocí la Christian Science cuando trabajaba como ama de llaves en la casa de una señora muy dulce. Ella tenía dos libros hermosos que leía todas las mañanas y que despertaban mucho mi curiosidad. Un día me encontró mirándolos, y la siguiente vez que fui a su casa, me dio de regalo un juego similar: la Biblia y Ciencia y Salud.
Poco después, aunque apenas comprendía la Christian Science, tuve mi primera prueba del poder de Dios. En aquella época estaba criando tres hijos por mi cuenta. Como trabajaba muchas horas, había contratado a una mujer mayor que me habían recomendado, para que cuidara de mis hijos.
Una noche llegué a casa y encontré que mi hijo de tres meses estaba muy enfermo; no podía retener nada de lo que ingería y estaba deshidratado. Esto siguió así toda la noche y, por la mañana, lo llevé al médico. Me preguntó si lo estaba alimentando adecuadamente y le dije que tenía en casa toda la comida necesaria. (Aunque después descubrí que esta señora se había estado comiendo lo que tenía que darle al niño.)
El médico me dijo que el bebé estaba muy grave y que no sobreviviría. En mi desesperación llamé a la señora que me había dado los libros. Me aseguró que Dios es bueno y que el niño sanaría. Ella se comunicó con una practicista de la Christian Science para pedirle ayuda por medio de la oración en mi nombre. Ahí me enteré por primera vez de la labor de los practicistas.
Cuando hablé con la practicista me dijo que oraría por mí y me recomendó que leyera las págs. 390–392 de Ciencia y Salud, y concretamente donde dice: "Afrontad los estados incipientes de la enfermedad con una oposición mental tan poderosa como la que emplearía un legislador para impedir la aprobación de una ley inhumana". Leí el libro toda la noche, y mi confianza en Dios aumentó. A la mañana siguiente, muy temprano, escuché que el niño estaba llorando. Llamé nuevamente a la practicista para pedirle que continuara orando. Poco después, cuando le di a beber agua tibia con azúcar, el bebé la tomó y la retuvo. Al día siguiente, le di comida sólida y leche y también la retuvo. El niño se recuperó completamente. Hoy, han pasado más de treinta años y nunca lo he visto enfermo.
Cuando ocurrió todo esto aprendí a confiar en Dios, que es la Verdad divina, y a estar dispuesta a seguir los pasos que Él me indicara. Con la lectura de Ciencia y Salud y la Biblia mi vida cambió por completo. La Christian Science me enseñó a apoyarme en un Dios amoroso y todopoderoso que ama a todos Sus hijos profundamente.
Recuerdo que en otra oportunidad estaba trabajando en el jardín, cuando sentí que algo me mordió. Pensé que había sido una víbora. Vi que me salía sangre y me asusté tanto que pensé que me iba a morir. Comencé a orar de inmediato. Entonces recordé el relato en el capítulo 28:3–6 de los Hechos en la Biblia, donde Pablo es mordido en la mano por una víbora venenosa y no sufre ningún daño. Así, pensé que tampoco me podía hacer daño a mí. Leí detenidamente la pág. 390 de Ciencia y Salud, donde dice: "No permitáis que ninguna pretensión de pecado o enfermedad se desarrolle en el pensamiento. Desechadla con la constante convicción de que es ilegítima, porque sabéis que Dios no es autor de la enfermedad, como no lo es del pecado". Luego salí al jardín y me di cuenta de que había molestado un panal de avispas que estaba cerca, y una de ellas me había picado. Muy pronto sentí un gran alivio y pude volver a trabajar en el jardín.
Estoy muy agradecida a la Christian Science y a la gentil señora que me la dio a conocer.
Houston, Texas, EE.UU.