¿Has Experimentado alguna vez la resurrección? Para mucha gente esta pregunta puede parecer extraña. El término resurrección se utiliza con frecuencia como sinónimo de la Pascua, que conmemora el triunfo de Jesús sobre la muerte, después de su crucifixión. Algunas personas quizá digan que la Pascua les recuerda la promesa de que, después de la muerte, también nosotros podemos tener la esperanza de vivir con Dios; que la Pascua les da la certeza de que la vida no termina.
Sin embargo, los sentimientos de muchos corazones durante la Pascua nos dan a entender que la resurrección de Jesús puede tener un efecto poderoso en nuestra vida ahora mismo, no sólo después de la muerte. Hay algo que despierta en nosotros una alegría interior y nos causa admiración, y ese algo es pensar en el poder de Dios que hizo posible el triunfo de Jesús sobre el odio y la muerte. Siempre me conmueve la lectura de los relatos de la Biblia en los que se narran la crucifixión y resurrección de Jesús, y donde la tragedia de la crucifixión es anulada por la gloria de la resurrección.
Para aquel que siente que su mundo se ha derrumbado o que ya no hay ninguna esperanza, puede ser maravilloso descubrir que la resurrección de Jesús tiene el poder de sanar la vida de las personas también hoy en día. Nos muestra un amor muy superior a lo que podamos haber conocido, un amor que revitaliza nuestra esperanza.
La promesa inherente a este amor no se limita tan sólo al día de Resurrección, sino que puede llegar a nuestra vida como una fuerza sanadora cualquier día del año, demostrando el gran poder de Dios. Tal vez venga a nosotros con tal fuerza, que sintamos cómo la bondad de Dios nos abraza a nosotros y a nuestros seres queridos. La Biblia dice que Dios nos ha llamado "de las tinieblas a su luz admirable". 1 Pedro 2:9. Aun cuando parezca no haber ya ninguna esperanza, esta luz puede llegar en cualquier momento, y abrir la puerta hacia la libertad.
La resurrección es una evidencia de que la vida no termina; que el cuidado y la bondad de Dios nunca fallan y nunca nos abandonan; que ningún poder, ni odio ni enfermedad ni mal, ni aun la muerte misma, puede revocar el mandato de vida que Dios imparte. Esto es tan cierto hoy como lo fue hace dos mil años, es una verdad espiritual que todavía sana a la gente. Nada puede separarnos del Amor divino, la sustancia misma de la vida.
La resurrección nos dejó la promesa de que todos podemos experimentar la vida en Dios. Todos podemos vivir en la presencia de Su bondad ilimitada, inagotable y omnipresente. Todos tenemos la capacidad para liberarnos del estrés y del dolor, de la enfermedad y de la muerte. Y experimentar el triunfo del Amor sobre cualquier problema que enfrente la humanidad, y vivir en "su luz admirable".
Cristo Jesús puso esta luz en la vida de las personas de su época. Por medio de la curación y de sus enseñanzas, les mostró que el reino de Dios ya estaba en sus corazones y en su pensamiento. Cuando sanaba al enfermo y reformaba al pecador, ¿no estaba acaso resucitando sus vidas de la tumba de la enfermedad y el pecado?
Jesús insistía en decir que lo que él hacía por la gente era una evidencia de que el poder y la presencia de Dios estaba con ellos. Él compartió esta comprensión con sus discípulos y con las multitudes que lo seguían; enseñó que la voluntad de Dios debía hacerse "en la tierra", tan plenamente como se hace "en el cielo". Mateo 6:10. Y sus curaciones mostraron que la salud y la pureza, la bondad y la vida, debían ser tan confiables y reales aquí, como podría esperarse que lo fueran en el más allá.
Hace unos años estuve gravemente enfermo y sané...
Sin embargo, la gente creía que era la persona de Jesús la que tenía el poder, que sólo él tenía capacidad para conseguir tales resultados y que para eso tenía que estar presente. Y aunque los discípulos habían ellos mismos curado a la gente, todavía se pensaba que el poder sanador venía de Jesús, personalmente, y no del poder universal de Dios. Así que, después de la crucifixión no continuaron sanando, sino que abandonaron lo que estaban haciendo, y algunos volvieron a pescar.
Entonces, después de haber sido crucificado y sepultado, Jesús se les apareció otra vez en persona.
Después que los discípulos vieron que había resucitado, de tocarlo y comer con él, reconocieron que su resurrección era una realidad incontestable. Se dieron cuenta de que era la mayor revelación que jamás habían visto del poder y el amor divinos. Finalmente, pudieron percibir la obra sanadora y entender que era un Principio divino lo que le daba fuerza a las curaciones que Jesús hacía. Cuando comprendieron que la obra de Jesús — y la de ellos mismos — dependía totalmente del Principio omnipotente, y no de Jesús como persona, alcanzaron un nuevo nivel de espiritualidad y lograron sanar con autoridad y mucha eficacia. La prueba que dio Jesús de su unicidad con Dios reveló la unicidad de Dios con cada uno de Sus hijos e hijas.
En un capitulo de Ciencia y Salud, titulado "Reconciliación y eucaristía", leemos lo siguiente: "Por todo lo que experimentaron los discípulos se espiritualizaron más y comprendieron mejor lo que el Maestro había enseñado. Su resurrección fue también la resurrección de ellos. Les ayudó a elevarse a sí mismos y a elevar a otros del embotamiento espiritual y de la fe ciega en Dios a la percepción de posibilidades infinitas". Véase Ciencia y Salud, pág. 34. De esto, podemos concluir que la resurrección de Jesús puede ser también nuestra resurrección, que a cada uno de nosotros nos eleva "del embotamiento espiritual y de la fe ciega... a la percepción de posibilidades infinitas". Y esto puede suceder aquí y ahora.
Lo anterior de ninguna manera le resta importancia a la promesa y al pleno significado de la resurrección de Jesús. Indica que podemos experimentar cada vez más la bondad y el amor de Dios — y tener prueba de ello en la actualidad — en proporción a nuestro crecimiento espiritual.
Después que un hombre llamado Lázaro estuvo muerto cuatro días, Jesús le dijo a Marta, su hermana: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente". Juan 11:25, 26. Aunque Marta no podía creer que esto fuera literalmente cierto, Jesús resucitó a su hermano Lázaro. Jesús reveló que este poder de Dios, que otorga, restaura y sostiene la vida, está operando aquí y ahora. El hecho de que Jesús sacara a Lázaro de la muerte ayuda a resucitar nuestra comprensión del poder espiritual.
Cuanto más experimentemos el amor sanador de Dios, más confiaremos en que la promesa de la resurrección se cumplirá. Asimismo, cuanto más tengamos y expresemos el espíritu de Cristo en nuestra vida diaria, más preparados estaremos para ver las señales de la gracia salvadora de Dios; y esto nos dará un fuerte impulso para compartir y vivir el evangelio, para amar y sanar a los demás y a nosotros mismos.
Esta promesa puede cumplirse ahora; podemos experimentar el amor sanador de Dios hoy mismo. Si nuestra salud está amenazada, si ha muerto nuestra esperanza, si nuestra vida personal se derrumba, si nos sentimos abrumados por las deudas, aún el poder de Dios está presente para fortalecernos y guiarnos, y para solucionar cada una de estas situaciones. El amor de Dios está activo y puede liberarnos.
El tener esta esperanza nos ayuda a experimentar el amor sanador de Dios ahora mismo. He aquí un ejemplo: Hace unos años estuve gravemente enfermo, y como a lo largo de los años había tenido muchas pruebas de que el poder sanador de Dios está a nuestro alcance por medio de la oración, fue muy natural para mí recurrir a Él, orando con todo mi corazón. También le pedí a un practicista de la Christian Science que orara por mí, por lo que, debido a esta poderosa ayuda espiritual, nunca dudé que Dios me sanaría.
...cuando reconocí que Dios tenía todo el poder en mi vida.
Durante un par de días nada cambió, pero todo ese tiempo mi esposa y el practicista me dieron el más maravilloso cuidado y apoyo. Noche y día estuve orando de todo corazón.
Una mañana, cuando el dolor era intenso, me encontré con esta declaración en uno de los sermones de la Sra. Eddy: "El que recurre al cuerpo en procura de testimonio, basa sus conclusiones en la mortalidad, en la imperfección; mas la Ciencia le dice al hombre: "Dios tiene todo-poder' ".Escritos Misceláneos, pág. 101. La frase "Dios tiene todo poder", me llamó la atención. Comprendí que, en lugar de hacerle caso al dolor, necesitaba escuchar atentamente ese mensaje de Dios. Sin importar el tipo de síntomas que aparecieran ese día, yo diría: "No, Dios tiene todo el poder. Dios gobierna aquí". Cuando me di cuenta de que estaba pensando en lo que pasaría si me muriera, dejé de hacerlo e insistí: "No, Dios tiene todo el poder, y este poder está operando ahora. Dios tiene el control".
Recordé lo que el apóstol Pablo escribió sobre "[derribar] argumentos... y [llevar] cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo". 2 Corintios 10:5. Y esto es lo que estuve haciendo durante todo el día; puse todos mis pensamientos bajo la luz del hecho fundamental de que Dios tiene todo el poder sobre mi vida. Este hecho era lo que el Cristo, la Verdad, me había mostrado.
Otra fuente de ayuda espiritual fue una narración de la Biblia en la que Pedro estaba en prisión, esperando ser ejecutado por Herodes. Véase Hechos 12:1–11. Y se le apareció un ángel que lo liberó de las cadenas y lo sacó de la cárcel; y aunque pensaba que era una visión, Pedro obedeció su voz.
Así como Pedro fue sacado de una situación que amenazaba su vida, yo fui liberado de otro tipo de situación que amenazaba la mía, cuando obedecí la idea salvadora de que Dios tiene todo el poder; ése fue mi ángel. Conforme me aferraba a esto, fui liberado de la gran incomodidad que sentía, y al final del día, el dolor casi había desaparecido y mi cuerpo funcionaba mejor. Yo continué aceptando esta verdad espiritual, y rápidamente recuperé toda mi salud y fortaleza.
Esta idea inspirada, de que Dios tiene todo el poder, me sacó de la oscuridad y me guió a "su luz admirable". Sin duda, resucitó mi comprensión del gran poder de Dios.
La resurrección de Jesús hace que se puede comprender esa verdad espiritual ahora; nos ayuda a saber que este Principio todopoderoso, que es Dios, está presente también en nuestros días. Nos permite saber que podemos sentir la gracia de Dios en este momento; y nos libera de la tumba del desaliento y la prisión de la desesperación.
Cada vez que alguien experimenta esto, se fortalece enormemente la esperanza de que la vida es eterna, y la maravilla de la resurrección toca el corazón con más poder y amor. Esto puede suceder cualquier día del año.