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Sanó de una verruga

Del número de marzo de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace ocho años me salió una verruga en la planta del pie izquierdo. Yo sabía, gracias a mi estudio de la Christian Science, que Dios me había creado perfecta, como Su imagen y semejanza, como Su idea espiritual. Pasó el tiempo y no le di mucha importancia a este problema. Al cabo de cinco años observé que la verruga había comenzado a crecer, estaba inflamada y supuraba.

Empecé a orar más específicamente, y volví a razonar que Dios me había creado espiritualmente, y que por lo tanto no podía haber en mí nada que no hubiera sido creado por Él.

En mi estudio de la Biblia y en mi oración, me ayudaron estos versículos: "El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad" (1 Cor. 13:4–6).

Cuando reflexionaba sobre este pasaje, comprendí que debía cambiar el concepto equivocado que tenía de una amiga, de quien tendía a pensar que era una persona mentirosa y falsa. Mi crecimiento espiritual hizo que me diera cuenta de que era yo quien debía cambiar mi concepto sobre ella, y quererla con toda sinceridad. Vi cuánto importa perdonar, ser humilde y expresar amor. Reconocí que debía estimarme a mí misma y a mi amiga como verdaderas hijas de Dios. De a poco empecé a ver que las aflicciones físicas sólo parecen tener realidad, es decir, no son reales para Dios porque Él no las ha creado. Razoné que el hombre existe sin mácula en la Mente divina, que está llena de amor. Cada vez que me venía la tentación de sentirme angustiada, me refugiaba en lo que iba aprendiendo acerca de Dios y Su creación. Esto hizo que dejara de tener temor por la situación que estaba pasando.

Quince días después, la verruga había drenado, secado y estaba cicatrizando. Me alegré muchísimo por la prueba del poder de Dios y por la enseñanza que recibí.

Me siento muy agradecida por todas las curaciones que he tenido y por las enseñanzas recibidas gracias al estudio de esta Ciencia. También es grande mi gratitud hacia Mary Baker Eddy por su obra Ciencia y Salud, que nos permite comprender con claridad las enseñanzas de Cristo Jesús.



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