Mayal Tshiabuila atiende cordialmente mi llamada telefónica. La conexión se interrumpe cada pocos segundos y algunas de sus palabras no se oyen, pero él las repite cada vez que le pido que lo haga. De esta manera puedo entender todo su mensaje. Mayal Tshiabuila vive en Kinshasa, en la República Democrática del Congo. Lo llamo desde Boston, desde los estudios de radio de La Sociedad Editora de la Christian Science.
“¿Sabes una cosa, Luisella?” me dice él, “conocí la Christian Science cuando estaba por finalizar la universidad. Me llamó la atención un ejemplar de El Heraldo de la Ciencia Cristiana que le había traído un amigo a mi compañero de cuarto”.
“Ser alguien” era el título de un artículo de ese Heraldo, y él no lo ha olvidado jamás. Mayal anhelaba obtener respuestas para saber cómo convertirse en una persona importante, cómo adquirir rápidamente un hermoso automóvil y una posición de prestigio en la vida. En lugar de eso descubrió en ese artículo que en realidad ya era una persona importante y que poseía todo lo que necesitaba, porque Dios se lo había otorgado. Nunca había imaginado que existiera tal perspectiva sobre ese tema. Eso lo convenció totalmente.
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