Cuando era adolescente e iba a la playa con mis amigos, todos disfrutaban del mar menos yo. Si me quedaba mucho tiempo en el agua, me aparecían unas manchas blancas en el cuerpo y me sentía mareado. Una vez casi me desmayo. Mi madre me llevó a varios médicos especialistas y todos coincidieron en que sufría de una reacción alérgica al agua fría.
A los 18 años comencé a leer un número de El Heraldo de la Ciencia Cristiana, que estaba en mi casa. Esa revista mencionaba el libro Ciencia y Salud y me despertó el interés por leerlo. Más tarde, nos enteramos de que algunas personas en Lisboa estaban estudiando la Christian Science. Nos pusimos en contacto con ellos y compramos el libro. Desde el inicio, me pareció que las ideas estaban presentadas con claridad y precisión matemáticas.
Siempre había anhelado conocerme mejor, saber cómo funcionaba el universo y encontrar la razón de la existencia. Mientras leía Ciencia y Salud, todas esas preguntas fueron encontrando respuesta de una forma u otra. En unos pocos días terminé de leer el libro, sintiendo que sus ideas eran como una luz que brillaba en mi conciencia.