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Ya no tiene exceso de peso

Del número de junio de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante 18 años padecí de sobrepeso. Al principio no era nada serio, pero se agravó con el transcurso del tiempo. En 1992 usaba ropa talla 56.

Siempre quise perder peso. Antes de conocer la Christian Science, tomaba de vez en cuando píldoras para adelgazar, pero cuando dejaba de hacerlo, volvía a aumentar de peso. Cuando comencé a estudiar esta Ciencia, vi más claro que Dios es el único poder y decidí buscar una solución espiritual al problema.

Cada tanto le pedía a un practicista de la Christian Science que orara por mí. También leí artículos sobre esta Ciencia que narraban curaciones de sobrepeso que otras personas habían tenido mediante la oración. Yo continuaba con este problema pero cada vez que le pedía ayuda a un practicista veía algunas mejoras.

Mi entendimiento de las verdades de Ciencia y Salud aumentó. Me di cuenta de cuán importante es orar con buenas intenciones y honrar a Dios en todo lo que hago. Mi móvil era: “Padre, deseo expresar más de Tu ser”. Deseaba expresar cualidades divinas que bendijeran a los demás y evidenciaran la verdad de que yo, como reflejo del Padre, sólo podía expresar en mí amor, normalidad, armonía y belleza.

Uno de mis versículos favoritos de la Biblia está en el Sermón del Monte, cuando Jesús dice: “No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que le vestido?” (Mateo 6:25) Aunque había leído este pasaje muchas veces antes, un día al pensar en él me di cuenta de que la comida no puede hacerle mal ni bien a la vida, porque ésta es espiritual. En la página 388 de Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy escribe: “El hecho es que el alimento no afecta a la Vida absoluta del hombre, y eso se evidencia cuando aprendemos que Dios es nuestra Vida”. Comprendí que lo que comía no hacía diferencia alguna, pero que era necesario espiritualizar más mi conciencia.

Llamé de nuevo a un practicista de la Christian Science, quien me dijo que Dios no me ha creado sujeta a deseos erróneos, que los falsos apetitos no son parte de Su creación, y que por lo tanto no pueden gobernarme. Pronto, en un período de cuatro meses perdí alrededor de 30 kilos. Ahora uso ropa talla 40, es decir, ocho tallas menos que antes.

Ya no pienso más en lo que como, ni en el porcentaje de grasa que tienen el queso, los helados, los dulces o los pasteles que ingiero. Tampoco hago abuso de estos alimentos, ni como más de lo necesario. Me siento satisfecha.

Estoy realmente agradecida por esta curación y por muchas otras, y por los practicistas que siempre están preparados para ayudar. Siento gratitud a Dios, única fuente del entendimiento.


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