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La oración cambió toda una comunidad

Del número de junio de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

www.espiritualidad.com.


Alicia Zanella vive en Santa Catalina, un vecindario de Montevideo, Uruguay. Cuando se mudó con su familia a ese lugar, esa tierra había sido abandonada por sus dueños y había pasado a resguardo de la municipalidad. Gente dispuesta a construir su casa con sus propias manos empezó a ocupar esa tierra. Además de Alicia y otras familias, pronto empezaron a aparecer vendedores de drogas, proxenetas y toda clase de criminales. Este artículo por Mari Milone, cuenta cómo Alicia contribuyó a que haya paz y armonía en su vecindario.

Alicia es ama de casa. Una luchadora cuya batalla diaria consiste en tratar de lograr que haya pan en la mesa para su familia a pesar de los problemas económicos de su país. Prácticamente sola y orando como enseña Ciencia y Salud, pudo obtener resultados decisivos donde vive. Alicia le resta importancia a su labor y exclama: “Dios hizo la obra”.

Cuando llegó a ese lugar sólo había un terreno baldío, plagado de yuyos y ratas, pero con el esfuerzo de todos los vecinos se limpió y desbrozó hasta que las propiedades de cada uno de ellos quedaron debidamente delimitadas. Alicia vivió al comienzo en una carpa (tienda de campaña) junto a su esposo y sus cuatro hijos, mientras construían la casa que habían soñado. Pero, junto con las humildes viviendas de los obreros, comenzaron a aparecer los vendedores de drogas, los ladrones e incluso se levantó un prostíbulo al lado mismo de la escuela.

“Yo estaba convencida de que Dios, quien me había guiado hasta ese lugar, se encargaría de limpiar el ambiente mental y de hacerlo un lugar adecuado para criar a mis hijos y a mis nietos”.

Al comienzo, después de ver los atropellos cometidos contra niñas de corta edad a la salida misma de la escuela, ella denunció los hechos a la policía. No obstante, los funcionarios se declararon impotentes contra las bandas del lugar.

“Varios vecinos nos reunimos para tratar de solucionar el problema pero luego de la primera reunión, los delincuentes hirieron a una de mis hijas, como para hacernos saber que si seguíamos tratando de coartar la libertad de los narcotraficantes, el daño iba a ser aún mayor”.

“¿No tenías miedo?” Le pregunté.

“Por supuesto que sí, y más aún cuando se nos dijo que era mejor que no recurriéramos a la policía porque era costumbre que a los informantes les quemaran la casa o algo peor. Yo temía mucho por mi familia y decidí orar.

“Yo ya había visto muchas veces el resultado de la oración en mi vida. De modo que sabía que podía confiar en que Dios se haría cargo del problema”.

Después de afirmar sus conocimientos acerca de Dios como un Ser completamente justo y poderoso, que no ha creado la maldad ni la permite, Alicia sintió la imperiosa necesidad de expresar perdón.

“Cada vez que pasaba frente a alguna de las personas que yo sabía fehacientemente que vendían drogas en la puerta de la escuela, trataba de verla de la manera en que Dios lo hace”, ella explica. “Me daba cuenta de que el hombre y la mujer espirituales creados por Dios eran inocentes y no había nada que perdonar, en realidad”.

“Recuerdo una cita de Ciencia y Salud que fue la que más me ayudó entonces: ‘Con un mismo Padre, o sea Dios, todos en la familia humana serían hermanos; y con una Mente única, y siendo ésa Dios, o el bien, la hermandad del hombre consistiría de Amor y Verdad y tendría unidad de Principio y poder espiritual, que constituyen la Ciencia divina’. (pág. 469)

“También entendí que debía amar, y comenzar por el sitio en el que estaba viviendo. Así que me dediqué a buscar las pequeñas cosas por las que tenía que estar agradecida: las flores, los pájaros, las casitas que se iban erigiendo y que eran cada vez más numerosas y más bonitas. Incluso cuando pasaba frente a una de las personas dedicadas al negocio de la prostitución, me esforzaba por reconocer su filiación divina.

“Fue muy arduo, pero gradualmente la situación empezó a cambiar. Un día, el prostíbulo cerró sus puertas y las personas que lo habitaban se fueron. Los vendedores de drogas desaparecieron y ya no los volvimos a ver. La escuela mejoró su aspecto, se construyó una pequeña iglesia evangélica en una de las manzanas y las autoridades edificaron un liceo para que los jóvenes no tuvieran que viajar hasta otros barrios para continuar sus estudios.

“Una de mis vecinas, a quien yo le había recomendado que orara cuando la situación se tornó insoportable también para ella, reconoció que sólo el poder de la oración pudo haber logrado tamaño cambio. Le regalé Ciencia y Salud y me lo agradeció con lágrimas en los ojos”.

Ahora Alicia desea instalar un hogar para niños. Su idea es apartar a la niñez de la calle con todas sus tentaciones y brindarles un lugar lleno de amor y buenos ejemplos.

Este artículo apareció originalmente en www.espiritualidad.com.

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