En una época trabajé de payaso. También fui bailarina, y actué en teatros de variedades, music halls y circos. Mi madre adoptiva me había hecho seguir esta profesión porque pensaba que era lo mejor para mí. Ella no creía que yo fuera lo suficientemente inteligente como para seguir una carrera intelectual. No puedo decir que dicha actividad me gustara, primero, porque era muy tímida y temerosa y, segundo, porque tenía otro problema, era tartamuda. (Aunque por suerte no se me notaba al cantar.)
Mis padres adoptivos no eran muy religiosos y yo no sabía nada de Dios. Una vez, le pregunté a mi madre adoptiva:
— ¿Quién es ese Dios bondadoso del que habla la gente?
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