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Recuperé la audición

Del número de junio de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace más o menos un año comencé a notar que había prácticamente perdido la audición. Al principio, no me di cuenta del problema, pero los demás a mi alrededor sí lo percibieron. Fue una época terrible para mí y tenía muchísimo miedo. Como la condición persistió por mucho tiempo fui al médico, ya que mi empleador me exigió que me hiciera un examen.

El médico fue muy amable pero me dijo que lo más probable era que nunca volvería a oír normalmente. También me dio una receta para adquirir unas pastillas que me ayudarían a desobturar en parte los oídos. No obstante, insistió en que necesitaría operarme quirúrgicamente pues la condición de otro modo no sanaría.

Mi primer pensamiento fue que quería confiar en Dios y que no necesitaba medicación. Confiaba firmemente en que Él me mostraría lo que necesitaba aprender. Pero tenía tanto temor, que llamé a un practicista de la Christian Science, persona que se dedica a orar por los demás, y le pedí que orara por mí.

Una mañana, vino a mi pensamiento un poema de Mary Baker Eddy, llamado: “Apacienta mis ovejas”, parte del cual dice así:

Lo rebelde rendirás,
lo cruel herirás;

de su sueño al mundo habrás Tú de despertar.(Escritos Misceláneos, pág.397)

Esta última frase tuvo un significado especial para mí. Hubo momentos en los que sentía que verdaderamente estaba “sumida en un sueño” y muy profunda e íntimamente apartada del mundo exterior. Esto se debía básicamente a mi trabajo. Las palabras de este poema, hicieron que comenzara a amarme más a mí misma y a mi entorno, a tener más claridad mental, y a empezar a abandonar mi costumbre de criticar. También comencé a entender mejor mi relación con Dios.

A medida que progresaba espiritualmente, la condición física fue cambiando. Sin ninguna ayuda o medicación, mis oídos comenzaron de pronto a drenar. Nuevamente pude oír en forma normal, y me sané. Me invadió una enorme gratitud porque esta situación me había traído una gran enseñanza.

En la siguiente visita que hice al médico (que fue la última), me hicieron un nuevo examen de oídos. El doctor se asombró al encontrar que estaban completamente bien. Así que le hablé sobre la Christian Science. Todo esto le pareció milagroso. Le regalé un enorme ramo de flores y le agradecí por haber sido tan amable y cariñoso conmigo como su paciente, incluso después de que me negué a someterme al tratamiento médico.

Estoy muy agradecida por esta curación, pues desde entonces mi actitud ante la vida ha cambiado radicalmente. La gente, sin saber lo que me ocurrió, me ha pedido ayuda para solucionar problemas de oído. Esta experiencia no sólo me ha bendecido a mí, sino a todos los que me rodean.


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