Hace más o menos un año comencé a notar que había prácticamente perdido la audición. Al principio, no me di cuenta del problema, pero los demás a mi alrededor sí lo percibieron. Fue una época terrible para mí y tenía muchísimo miedo. Como la condición persistió por mucho tiempo fui al médico, ya que mi empleador me exigió que me hiciera un examen.
El médico fue muy amable pero me dijo que lo más probable era que nunca volvería a oír normalmente. También me dio una receta para adquirir unas pastillas que me ayudarían a desobturar en parte los oídos. No obstante, insistió en que necesitaría operarme quirúrgicamente pues la condición de otro modo no sanaría.
Mi primer pensamiento fue que quería confiar en Dios y que no necesitaba medicación. Confiaba firmemente en que Él me mostraría lo que necesitaba aprender. Pero tenía tanto temor, que llamé a un practicista de la Christian Science, persona que se dedica a orar por los demás, y le pedí que orara por mí.
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