Durante casi 20 años busqué una religión que respondiera a mis necesidades. Quería encontrar un Dios en quien confiar, y que no me atemorizara.
Investigué otras religiones cristianas, y participé en distintos movimientos y seminarios. También leí libros, pero ninguno me satisfizo. Desde mi niñez sentí una gran admiración por la vida y el ejemplo de Jesús. El hombre con el que me casé también admiraba sin límites a Jesús. No obstante, luego de vivir juntos una larga etapa de progreso espiritual, nos divorciamos. Mientras todavía estaba sufriendo debido a esa experiencia, sin entender lo que había ocurrido, le pedí a Dios que me guiara y me dijera si no era presuntuoso de mi parte estar en busca de la verdad espiritual.
Fue entonces cuando me detuve ante una vidriera de una Sala de Lectura de la Christian Science. Aunque había visto esta Sala de Lectura anteriormente, nada sabía sobre esa religión y nunca había observado la vidriera con atención.
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